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seis

Pasó un mes, y ambos seguían sin decir nada de su beso. Lionel ni siquiera bromeó con eso, no lo mencionó. Hicieron como si nada hubiera pasado.

Pero ambos sabían muy bien lo que estaba pasando.

Lo sabían, y lo ignoraban. Las llamadas disminuyeron y los encuentros aumentaban. No era nada muy especial, salían a comprar al super o pasaban el rato en alguna cafetería. En algunas ocasiones, se quedaban en una plaza especial para ellos, porque desde ahí podían ver el atardecer perfecto.

Pablo solía estar ocupado en su trabajo, y se sentía consumido por este, hasta que llegó Lio. Lionel lo obligaba a salirse de su rutina, lo ayudaba a ver un poco más el mundo a su exterior y esto hizo maravillas, bajó su nivel de estrés e incluso le iba mejor en su trabajo.

Se veían casi todos los días, pero no se volvieron a besar, aunque ambos querían. Lionel no quería hacerlo debido a su miedo de incomodarlo. Tal vez ese beso ocurrió debido a el par de copas que se habían tomado esa noche, tal vez solo era un error.

Quería pensar que no era así. Pero Aimar no lo volvió a besar, ni siquiera por equivocación.

Aunque le doliera, no le importaba. Los besos del otro no hacían falta para que cada salida que tenían fuera perfecta.

Esta era otra de sus salidas. Habían ido a la plaza, pero se perdieron el atardecer porque poco antes de que sucediera fueron al supermercado.

Compraron pocas cosas, pero debido a la larga fila salieron del supermercado cuando ya era de noche. Solo necesitaron una bolsa, la cual Aimar estaba llevando por más que Scaloni le insistiera para llevarla él. Lio siempre busca la forma de ayudarlo, por más que sea algo mínimo.

Al menor le gustaba esta noche, la sentía diferente. Pensó que sería la noche perfecta para decirle lo que estaba deseando hace tanto tiempo.

Pasaron unos quince minutos caminando, y finalmente llegaron a la casa del mayor. Este busco rápidamente las llaves en uno de los bolsillos de su abrigo, y estaba por abrir la cerradura cuando sintió una mano en su cintura y una respiración en su cuello.

—¿Cuanto más larga la vamos a hacer? Payasito, vos sabes lo que ambos sentimos. —Le dijo, su voz estaba algo ronca por el frío.

—No se de qué estas hablando. —Estaba nervioso, no se esperaba eso.

—Dale, no te hagas el loco. Te estoy tirando onda desde el día uno. —Su agarre se volvió más firme. —Vos tampoco ocultas las ganas que me tenes. —

—Estas diciendo boludeces, andate a tu casa. —Él no se movía, se dejaba ser tocado. Queria saber que más diría.

—¿Crees que no me doy cuenta cuando me miras la pija, que te pones celoso cuando viene una mina se me acerca o que te encanta que te toque así? No soy boludo. —Su aliento calido raspaba contra la piel fría del contrario.

Aimar no podía negar ninguna de las afirmaciones. Debía admitirlo, bajaba más de lo normal su mirada a veces, no le gustaba cuando las chicas venían a pedirle su número y sentir sus manos apretandolo lo volvía loco.

—Lio, tengo que entrar. Mis hijos me están esperando. —Logró abrir la cerradura, pero no abrió la puerta. Esperó a que Scaloni se apartara para poder hacerlo.

—Cualquier cosa, sabes donde encontrarme. —El menor le tiró un beso y se fue caminando, dejando atrás a un ansioso Aimar.

Ansioso por más.

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cap cortito pq en el siguiente se viene genteeeee