cuatro

197 28 5
                                    

Lionel se recostó en el pasto y de inmediato sintió como su cuerpo se relajaba, sus piernas no daban para más.

—En cualquier momento me muero.—Abrió los ojos e inclinó la cabeza (con las pocas fuerzas que tenía) para mirar a su compañero, que sin notarlo se había sentado a su lado.—Hoy si nos madrearon.

Lionel se rió.—Sí... no me puedo mover.

Javier le dio un sorbo a su botella de agua y se recostó a su lado. Aun había jugadores en la cancha, podía escuchar sus pasos y sus quejidos cerca, no era una sorpresa que todos estarían tan cansados al terminar. Tenían que esforzarse el doble si querían ganar el siguiente partido.

—¿Y a ustedes que le pasa?—Javier y Lionel solo soltaron un quejido como respuesta ante la nueva voz.—Me encanta su entusiasmo.

—No puedo mover ni madres.—Dijo Javier. Rodrigo se dejó caer en el pasto.—¿Como es que tú te ves tan normal, wey? ¿Que pedo?

—Apenas me puedo mover. Un minuto más en la cancha y caía muerto.

Lionel no hizo más que escuchar como sus amigos se quejaban de su entrenador por al rededor de 10 minutos. Antes (cuando Hirving no se había fracturado el tobillo y el grupo estaba completo) solían quedarse los cuatro y conversar por horas hasta que anochecía, incluso salían a comprarle elotes al señor Carlos que acostumbraba a poner su puestito justo afuera del lugar donde entrenaban.

Era notoria la falta de Lozano. A veces aún esperaba escuchar alguna de sus bromas para aligerar el ambiente.

En cuanto a Lionel, él podría ser una amenaza en la cancha, pero fuera de ella era casi tan tranquilo como una calle solitaria en medio de la noche. Si bien, era una persona con tantas cosas por decir, Lionel prefería guardárselas para él solo.

—No te vayas a dormir, Lio.—Dijo Hernández, golpeándolo con su pie en el muslo.—Aun me tienes que ayudar a levantarme.

—Yo no.—Lionel por fin abrió los ojos, el cielo era naranja y hacía más frío que antes.—Rodrigo quiere.

—Paso. Javier, tendrás que hacerlo solo.—Rodrigo puso sus brazos detrás de su cabeza.—O nos quedamos aquí.

—Solo un ratito.—Dijo Javier.—Después ya vemos cómo nos levantamos.

Lionel era el tipo de persona que prefería guardarse la cosas. Pero a veces sus amigos lo hacían querer ser el tipo de persona que hablaba libremente porque sabía que estaba siendo escuchado.

Volvió a cerrar los ojos pero esta vez una ligera sonrisa adornaba su rostro.

***

Guillermo estaba frente a su computadora cuando su teléfono comenzó a vibrar sobre la
mesa. Contesto rápidamente al ver el nombre de su amigo en la pantalla.

—Hola, Guille.—La voz de Lionel inundó su habitación.—¿No te interrumpo, verdad?

—Para nada, Lio.—Dijo mientras presionaba con insistencia su teclado.—¿Pasó algo?

—No, sólo quería hablar con vos.—Hizo una pausa, y agregó:—¿Estas editando tus fotos?

—Si... pero ya casi termino. ¿Como te fue en el entrenamiento?

—Horrible.—A través de la línea se escuchó la risa de Lionel.—Terminamos muy cansados, y aun faltan dos semanas para el siguiente partido.

—¿Dos semanas? Que rápido...—Guillermo se acercó a su pantalla y frunció el ceño. Su internet estaba fallando otra vez.—Tu puta madre.

—¿Qué?

—¡No! No era para tu mamá, amo a Celia.—Hablo rápidamente.—Estoy peleando con mi internet.

—¿Seguro que no te estoy interrumpiendo? Puedo llamarte más tarde si querés.—Lionel se escuchaba divertido.

—No... ya.—Guillermo guardó su archivo en cuando su internet estuvo más estable.—Ahora sí, dime.

—Sí... en realidad, quería proponerte algo.

—¿Qué cosa?

—La feria.—Dijo y Guillermo casi se desmaya.—La abrieron hace poco, pensé... bueno, pensé en que sería buena idea ir juntos. Pero entiendo si estás ocupado con tus proyectos y no podés-

—Sí puedo.—Le interrumpió, pero se sintió muy desesperado así que dijo:—Sí puedo, Lio... Y a-ademas hace mucho no salimos.

—¿Seguro?

—Segurísimo.—Guillermo se removió en su silla.—¿Que día?

—¿Sabado?—Pregunto Lionel. Guillermo asintió, pero después cayó en cuenta que su amigo no podía verlo así que soltó un leve "sí".—Dale... Pero vas a subirte a todos los juegos, Guillermo.

—¡Mira quien habla! él que no quiso subirse a las sillas voladoras porque le dio miedo.

Lionel soltó una carcajada, el corazón Guillermo se volvió loco.

—Bueno, me subiré si te subís vos.—Hablo por fin, después de que su risa se calmara.—¿Mañana iras al entrenamiento?

—Cuenta con mi presencia, quiero que metas muchos goles.—Dijo Guillermo con una sonrisa, sabia que Lionel también estaba sonriendo.

—Deberías ir a dormir, te escuchas cansado.—Le dijo casi en un susurro.—¿Mañana te veo?

—Mañana. Descansa, Lio.

—Descansa, Memo.

Cuando colgó, Guillermo estaba agradecido de que Lionel no estuviera ahí para ver sus mejillas sonrojadas.

Se frotó la cara con ambas manos, su corazón latía tan rápido que podía sentir como si se le fuera a salir del pecho, y eso sinceramente lo asustaba. Lionel lo hacía sentir como si no tuviera control de sus propias emociones, no le gustaba sentirse tan indefenso cuando se trataba de él. Deseaba a que las cosas volvieran a ser como antes.

Deseaba no haberse dado cuenta que estaba enamorado de él.

Se recuesta en su cama y suelta el aire que había estado reteniendo en sus pulmones, no quiere carcomerse la cabeza con esos pensamientos. Cierra los ojos con fuerza como si eso fuera a bloquearlos por completo.

Nunca había estado enamorado. Ni de una chica, mucho menos de un chico. Mucho menos de su mejor amigo. No sabe que es lo que se debería hacer en estos casos.

Apaga su lámpara, y decide dormirse de una vez por todas.

***




gracias por votar, de verdad lo aprecio bastante.

les juro que esto comenzó de broma pero ahora me muero por escribir lo que sigue.

en fin, amamos a un memito confundido por lionel, no se preocupen q ya se viene lo chido.

(btw hoy el chicha hizo su gran aparición 🙏)

lento | mechoaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora