ocho

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—Perdón por hacerte esperar.

Lionel levanto la vista y sonrió. En realidad no había esperado tanto, Guillermo solo estaba siendo exagerado. Lo vio sentarse a su lado con las manos metidas en las bolsas de su chamarra y sus rizos tan alborotados como siempre. Lionel se permitió suspirar, pero no pasó mucho tiempo antes de que se diera cuenta de que estaba siendo ridículamente obvio (incluso si Guillermo estaba distraído lo suficiente como para siquiera notarlo), trato de desviar la mirada a cualquier otra cosa que no fuera el chico junto a él.

—Menos mal. Empezaba a creer que me habías abandonado.—Intento bromear, Guillermo soltó una suave risa que hizo que sonriera de nuevo.

—Ya es costumbre para nosotros llegar tarde, ¿No?

Guillermo había dicho eso con un tono de burla, imitándolo, y por alguna razón la situación se le hacía extrañamente familiar.

Cuando llegaron a la feria no había tanta gente como esperaban. Era tarde y si bien ya no llovía, el viento frio seguía alborotándoles el cabello. Guillermo dijo algo sobre sentirse tranquilo al ver que no eran los únicos locos en la feria después de unos cuantos días de lluvia y qué tal vez los juegos estarían mojados, pero sinceramente Lionel no dejaba de pensar en cómo las luces de colores se reflejaban en sus ojos y en cómo es que nunca había prestado atención a la forma en que estos se achicaban cada que sonreía.

—Tal vez debimos buscar algo para comer antes.—Guillermo tenía la mitad de su cara escondida en la bufanda. Su voz se escuchó amortiguada así que Lionel tuvo que acercase un poco para entender lo que decía.

—Podemos ir si tenés mucha hambre.

La fila avanzaba rápido, Guillermo lo miro como para asegurarse si lo decía en serio.

—¿Seguro?

—Sí, podemos volver más tarde-

—¡Avance, por favor!—La chica encargada ahora los miraba con una notable molestia, aparentemente habían detenido la fila en los pocos segundos que se detuvieron para hablar.

—O tal vez después.—Lionel dijo en voz baja casi para si mismo, Guillermo le sonrió avergonzado a la trabajadora y caminaron hacia su cabina.

No podía evitar sentirse un poco intimidado ante la situación y no porque le dieran miedo las alturas o por el viento que parecía ponerse cada vez más frío, si no porque no se le ocurría alguna otra escena mas cliché que la que estaba apunto de vivir. Guillermo estaba sentado a su lado aún con la cara escondida en su bufanda, Lionel volteó a mirarlo de reojo antes de que el juego se pusiera en marcha.

—Hace años que no me subía a una rueda de la fortuna.—Dijo Guillermo. La cabina ahora estaba a una distancia considerable del suelo, volteó a mirarlo con un brillo emocionante en sus ojos.—La vista es bonita.

—Mucho.—Lionel se refería a una vista totalmente diferente a la de Guillermo, y de nuevo, intentaba con todas sus fuerzas que sus instintos no fueran más fuertes a su ganas de parecer sereno ante su amigo.

[***]

Lionel le dio un mordisco a su hot dog y no pudo evitar soltar un ruido de satisfacción. Después de un rato habían detenido su recorrido por los juegos mecánicos para poder comer algo y descansar. Guillermo estaba sentado frente suyo y lo miraba como si estuviera aguantándose la risa.

—Tengo que tomarte una foto.—Dijo después de un rato.

—¿Qué?

—No hables con la boca llena.—Ni siquiera se dio cuenta cuando Guillermo sacó su teléfono y apuntó hacia él.—Tenias hambre, ¿No?

Esperó a que su amigo volviera a guardar su teléfono para decir.—¿Qué?

—Yo creo que sí.—Guillermo se inclinó hacia él, todavía riendo, y con una servilleta le limpió la esquina de la boca.—Te manchaste.

—Ay, Guille.—Lionel frunció el ceño e hizo el intento de limpiarse con la palma de su mano. Guillermo se rió y fue contagioso.

—Te veías lindo.

Lionel casi se atraganta con el hot dog.

—Ah.

Se miraron, pero el silencio entre ambos desapareció casi tan rápido como se había formado, ninguno dijo nada sobre esa pequeña confesión incluso si Lionel estaba prácticamente vibrando de la emoción.

—¿A cual juego iremos ahora?—Pregunto Guillermo que había comenzado a comer.

—No sé.—Lionel dijo, pudo sentir como su ritmo cardíaco se calmaba.—Vos elegí.

La respuesta que obtuvo fue la típica mirada que Guillermo hacía siempre que se le ocurría algo (la recibía muy a menudo, y por experiencia propia sabia que eso significaba hacer algo en contra de su voluntad) Lo miró en silencio, esperando que dijera lo que sea que estuviera rondando por su mente.

—Las sillas voladoras suena bien.—Guillermo estaba luchando con un sobre de ketchup mientras dijo eso, Lionel entrecerró los ojos.—No puedes decir que no.

—Lo sé.

—Dijiste que te subirías.

—Lo sé, Memo.

Guillermo soltó una risa cuando por fin pudo abrir el sobre de ketchup, Lionel estaba haciendo un esfuerzo sobrenatural para no mirarlo mas de lo que se consideraba aceptable por la sociedad.

—Me gusta que me digas así.—Confesó de la nada.

—¿Memo?

—Sí.—Se encogió de hombros y apartó la vista avergonzado.—Casi nunca lo haces, me dices Guille que también me gusta pero, Memo suena más... No sé, más cercano.

—Todos te dicen Memo.—Dijo, porque sinceramente no se le ocurría que mas decir ante eso.

—Sí, pero...—Guillermo hizo una pausa y por fin levantó la vista.—Es diferente cuando tú lo haces.

Había algo realmente reconfortante en la forma en la que había dicho eso. Lionel podía jurar que por un momento había olvidado donde se encontraban, como si todo a su alrededor hubiera desaparecido. No puedo evitar sonreír, había perdido la cuenta de cuántas veces lo había hecho en lo que iba de la noche.

Fue el carraspeo de su amigo lo que lo devolvió a la realidad.

—Después será tu turno de elegir el juego.—Dijo mientras tomaba su hot dog con ambas manos para darle una mordida.

—Me parece bien.—Murmuró, la felicidad se escuchaba en su voz y probablemente Guillermo lo noto porque sonrió levemente.

lento | mechoaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora