cinco

162 24 3
                                    

Para Guillermo no había algo más caótico que los trabajos en equipo.

Y más si ese equipo estaba conformado por sus dos amigos.

Le tomó un tiempo encontrar el salón que usarían para las fotos, pero cuando lo hizo, inmediatamente sintió las consecuencias de haber subido cuatro pisos con una mochila tan pesada que temía que en cualquier momento se caería de espaldas a las escaleras. Se recargó en el marco de la puerta a descansar, y para su suerte ahí ya estaba Hirving acompañado de otros dos chicos que no conocía.

Supuso que eran los amigos que llevaría para ayudar a montar el equipo.

—¡Memo!—Grito Lozano cuando lo vio.—Que bueno que ya llegaste, estos weyes nomas se están haciendo pendejos. No han podido poner la cortina desde que llegaron.

—Ah, como chingas Hirving.—Habló uno de ellos, pero estaba de espaldas así que no pudo verle la cara.—Como tú estás sentadote.

—Esta bien difícil armar esta madre. Me rindo.—Hablo el otro.

Guillermo soltó una risa.

—Él es Diego.—Le dijo Hirving en un susurro cuando se acercó a su lado, señaló al muchacho que primero se había quejado. Seguía averiguando cómo armar los soportes.—Y el otro que no esta haciendo nada, es Alexis.

—¿Tus amigos de la prepa?—Le pregunto igual susurrando. Lozano asintió divertido.—¿Por que no nos los habías presentado, wey?

—Es que dicen que les da miedo el Andrés.

—Ay, por favor.

—Ya sé.

Guillermo dejó su mochila en la única mesa que había en ese lugar, y de inmediato sintió como sus hombros se relajaban. Mientras que Diego y Alexis seguían quejándose porque ninguno de los dos sabía cómo hacer que la cortina dejara de caerse.

—Yo solo quiero decir—Hablo de repente Lainez, enderezándose.—Que si algo se rompe es completamente culpa de Alexis.

Cuando Andrés entró por la puerta, ya eran alrededor de las 11:30 y por fin podían comenzar a tomar las fotografías. El pobre venía igual o incluso peor que Memo, tenía dos maletas en ambas manos y se veía sin aliento.

—Los pinches elevadores no sirven.—Fue lo primero que dijo Guardado cuando entró.—¿Como chingados subiste, Hirving?

—Lo subimos nosotros.—Se apresuró a contestar Diego, que ya se había resignado con la cortina.—Y ojalá no se repita.

—Pues alguien me va a tener que bajar.—Le contestó Lozano.

—Ni madres.

Se apresuraron a montar todo, y después de unas cuantas tomas y conversaciones rápidas habían terminado para antes de las 6 de la tarde. Diego y Alexis habían sido de gran ayuda (A diferencia de lo que pensó Guillermo al principio) ellos fueron los encargados de ajustar la iluminación cada que se los pedían. En cambio Hirving, que debido a la condición de su tobillo no podía hacer mucho, decidió que editaría las fotos una vez que regresara a casa.

Ahora estaban agotados, Guillermo sentía un dolor punzante en sus pies por haber estado parado durante 7 horas.

—Oigan.—La voz de Andrés se escuchó entre tanto silencio. Todos se giraron para mirarlo—Tengo un chingo de hambre.

—Sí, yo igual.—Alexis estaba recostado en el piso, se escuchaba como si no hubiera dormido en días.—Se me antojaron unas carnitas.

Guardado soltó una leve risa.—¿Me acompañan por ellas? Que Memo se quede aquí con Hirving, no le vaya a pasar algo al wey.

lento | mechoaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora