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«Esto tiene que ser una puta broma...» farfulló Shigeo para sus adentros, contemplando detenidamente la casi vasta y lujosa estructura alzándose majestuosa ante sus ojos, aunque en el fondo sintiera que se estaba burlando silenciosamente de él.

─Ocurre algo?─Reigen reparó en su expresión escéptica, sin augurarle nada bueno desde su punto. Probablemente había dado marcha atrás, replanteándose lo descabellado y poco sensato de su ofrecimiento, pensando por fin como el adulto en ascenso que era.

─...Realmente vives aquí?─su incredulidad debió notarse a kilómetros, puesto que el chico frunció considerablemente el ceño, como si pretendiera tomarle el pelo con lo siguiente a decir.

─Por supuesto que vivo aquí. Hay algún problema con eso?

Puede que aún no lo hubiera, mas dentro de poco Shigeo lo descubriría. Con un gesto le indicó que continuaran avanzando, cruzando las puertas de cristal polarizado y con Reigen encaminándose directo al elevador.

Allí estaba.

Shigeo tragó en seco, deteniéndose a unos cuantos pasos detrás del otro, observando con cierta tensión en la pantallita superior de la pared cómo el maldito ascensor descendía la innumerable cantidad de pisos hasta hacer un stop y abrir las puertas con una lentitud que se le antojó francamente tortuosa.

Y aunque trató de avanzar y pisar una vez más aquel suelo metálico y endeble, no pudo. Fue como si su cuerpo se congelara, como si entrar allí fuera arrojarse de cabeza a un vacío interminable; sin duda conseguía movilizarse en ese tipo de cosas cuando sentía los ánimos y las agallas para hacerlo, sobre todo cuando tenía algo mucho más importante en lo que pensar, pero ahora... no tenía idea de por qué sus extremidades no respondían a las órdenes de su cerebro, con sus pies pareciendo anclarse al piso y estando seguro de lo patético y cobarde que debería lucir ahora mismo.

─Shigeo?─aquella voz le recordó que no estaba solo, empezando a considerar seriamente hacer tiempo─. Qué pasa? te sientes bien?

Arataka no pudo evitar percibirlo demasiado callado desde que entraron, siendo que antes parecía irradiar todas las ganas de despotricar contra el mundo por algún motivo que escapaba a su comprensión. Sin embargo, en ese momento lucía temeroso, indeciso, incluso comenzando a palidecer paulatinamente; la opción de que estuviera a punto de desmayarse delante suyo le atemorizó por un instante, aproximándose con cierta cautela para al menos estar ahí cuando cayera.

No... creo que no─el temblor en su voz no pasó desapercibido, empezando a imaginarse lo peor. Shigeo se debatió a tiempo récord acerca de si debería decirle aquel pequeño inconveniente, formando más de un escenario en donde rubio naranjo se burlaba de él y se jactaba otra vez de quién era el verdadero adulto entre los dos.

─Puedes decírmelo─le alentó Reigen, intentando transmitirle algo de seguridad en su tono de voz. Una mirada dubitativa fue lo que recibió a cambio, acompañada irremediablemente de ese silencio que no prometía en lo absoluto una pronta respuesta; el sonido de las puertas metálicas cerrándose a sus espaldas le hizo voltear casi de inmediato, abandonando siquiera el intento de poner un pie entre ellas para mantener el acceso al interior, devolviendo luego su atención al adolescente taciturno y a simple vista acongojado enfrente suyo.

No obstante, esa sencilla acción fue la luz al final del túnel que necesitó, aclarándole las ideas y haciéndole abrir un poco más los ojos en consecuencia. Cómo podía ser tan idiota? cómo no se fijó antes en ese detalle? por qué le tomó una ridícula cantidad de tiempo atar cabos?...

Reigen volvió a acercarse al elevador, presionando el botón que le abriría nuevamente las puertas, sujetando en un rápido ir y venir a Shigeo de la muñeca y guiándolo sin más al interior; notó la rigidez bajo su toque, como también la sorpresa tiñendo sus facciones y en la obvia explicación que exigía a través de ese silencio delator. Con premura marcó el número de su piso, con las puertas cerrándose y sin pensárselo mucho al momento de apoyarse contra la pared detrás suyo, notando que el otro continuaba sin deshacer aquel único contacto entre los dos, valiéndose de ese aparente voto de confianza para atraerlo hacia sí y contenerlo contra el costado de su cuerpo, simulando estar sujetándolo con firmeza para impedir que la sensación de vacío bajo sus pies acabara engulléndole por completo.

Encrucijada De Un Corazón Roto | ReiMobDonde viven las historias. Descúbrelo ahora