5. De vuelta a la "normalidad".

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Pasaría alrededor de una hora cuando terminé de hablar con la agente. Piqué volvió a acercarse a mi de que me vió sentada aún en el maletero, puso ambas manos al rededor de mis piernas.

– Lo siento... –Dijo mientras bajaba la cabeza apartando la mirada.– Es culpa mía que esto te haya pasado... Si hubiese ido contigo...

Tomé su rostro entre mis manos haciendo que me mirara a los ojos, si era cierto que seguía nerviosa al verlo, y más ante como nos encontrábamos, pero no iba a permitir que se echara la culpa.

– Gerii, no digas eso, fue más culpa mía que tuya, ¿vale? No tenía que haber contestado al teléfono y haberte dejado ahí sólo... No voy a dejar que te eches toda la culpa sobre lo que pasó.

Puso una de sus manos en mi brazo mientras me miraba a los ojos, ahora era él el que estaba a punto de llorar.

– Pensé... Que no iba a volver a verte... Y que tendría que aguantar a tu hermano a diario recordandome lo que sucedió...

No podía negarlo, muchas veces aguantar a Íker era complicado, aunque fuese tranquilo, a veces era muy pesado.

– Tranquilo, la rubia a estado dando guerra y sigue con ganas de seguir dando la.

Dije provocándole una risa mientras se secaba unas lágrimas que bajaban sobre sus mejillas, verlo así, preocupado por mí... Era adorable, él en sí lo era, cada sonrisa suya, cada vez que se reía de mí o cada vez que, simplemente se encontraba cerca, no pude evitarlo, dejé un beso en su mejilla, para acto seguido ponerme en pie y comenzar a andar hacía el coche.

– ¡Vamos perdedor! ¡Qué nos quedamos sin cenar!


Le dije y me monte al coche, seguida por  Íker y por Piqué, el viaje fue tranquilo, no hablamos mucho, y en unos cuantos minutos llegamos al hotel, de que bajamos del coche agradecimos a los agentes, y estos nos pidieron que firmaramos para unos familiares suyos a lo cual aceptamos los tres.

Íker iba agarrando mi mano, en esos momentos se me hacía idéntico a nuestro padre, serio, tranquilo, y demasiado alto comparado a mí, aunque sí Íker era alto para mí, mejor no hablemos de Gerard, él iba a mi otro lado, de vez en cuando cruzabamos miradas pero en cuestión de nada la apartabamos. El chico de preciosos ojos azules se dirigió hacía el comedor donde se encontraban los jugadores, yo y mi hermano subimos a la habitación, ya que le dije que quería ducharme y cambiarme de ropa, supongo que era lo normal después de una semana con lo mismo puesto.

– Oye pitufa.

Oí al otro lado de la puerta del baño.

– Oigo, princeso.

– Lo siento... – ¿Otro más?– No tenía que haberme ido y haberte dejado de lado cuando te ví sola...

Oí su voz entrecortada, me lie en una toalla abrí la puerta del baño y le abracé por la espalda, estaba llorando, otra vez, se dió la vuelta y me abrazó entre lágrimas.

– S-si te hubiese pasado algo...

El alma se me estaba destrozando, todos decían lo mismo, todos pensaban lo mismo, no pude evitar que mis ojos se cristalizaran.

– Me habría matado para ir a buscarte.

Sabía que lo decía de verdad, del corazón, aunque a ratos estuviésemos peleando, y cosas así, él siempre había sido así de dulce conmigo, así de cariñoso, así de... Así como es él, la mejor persona que conozco. Nos quedamos unos minutos más abrazados, hasta que empecé a tiritar y fuí a vestirme, ya hacía algo de fresco, pero en el hotel se estaba bien, así que me puse unos pantalones cortos vaqueros y una camiseta antigua de mi hermano que me quedaba enorme.

Aquellos ojos azules. // Gerard PiquéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora