Capítulo 12

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1.


Harry se sentó en una banca, mirando ciegamente hacia el lago. A unos metros más adelante, Ángela se encontró de pie a la orilla de sus aguas, intentando hacer saltar piedras sobre la superficie lisa de esta. No se le daba muy bien; las piedras saltaban una vez, o tal vez dos, pero luego se hundirían bajo las olas cristalinas. Sin inmutarse, buscaría otra piedra y lo intentaría de nuevo, como si tuviera todo el tiempo y toda la paciencia del mundo para hacerlo.

Por alguna razón, las ondas que formaban las piedras cuando rompían la piel del lago y se hundían, hipnotizaban a Harry. Observaba cómo aquellas se extendían hacia afuera, y se hacían más grandes; superponían a las olas creadas por las piedras, tanto las pasadas, como las futuras, y por un momento, ante esto, tuvo la extraña idea de que si las observaba el tiempo suficiente, la confusión en su cabeza podría aclararse y así podría comprender todo lo que estaba sucediendo a su alrededor.


Observó el agua y sintió que su concentración, en lugar de profundizarse, se desplazaba hacia el exterior, expandiéndose, tratando de abarcar el mundo y todo lo que había en él. Podía sentir como sus pupilas se dilataban, podía sentir como sus manos y pies se enfriaban, podía sentir que la niebla lo jalaba, lo alejaba de sí mismo de nuevo, con sus dedos silenciosos e insistentes. La niebla... lo deseaba, deseaba que se dejara llevar, que se dejara llevar por su gélido abrazo.

Con un esfuerzo que fue casi doloroso, apartó los ojos del lago y la extraña sensación de esa inercia, que lo comenzaba a arrastrar a la deriva, se desvaneció. Jadeó con unos pulmones que se sintieron nuevos y de carne viva, como si los hubiera ensamblado alguien que solo el mismo recordase cómo funcionaban para lograr crearlos, y se cubrió la cara con las manos. ¡Tenía que concentrarse, tenía que resistirse ante esta deriva, tenía que recordar! Podía sentir que estaba perdiendo cosas; los recuerdos se le escapaban, cayendo silenciosamente de su mente en una cascada de sonidos e imágenes, y por mucho que lo intentara, retenerlos. Apenas podía aferrarse a los más importantes, y cuanto más tiempo pasaba ahí, más difícil le resultaba. Lo peor era la proximidad del lago; algo en el agua lo llamaba, quería arrastrarlo hasta sus profundidades, donde simplemente... se perdiera. Desapareciera

—¿Por qué estás aquí?—, le preguntó Harry a Angela, apartando deliberadamente la mirada de las olas del lago. —¿Qué le trajo a este lugar?

Observó cómo ella lanzaba otra piedra y casi intentó taparse los oídos ante sonido el de la piedra patinando y cayendo al agua. —Maté a mi padre—, ella dijo simplemente.

—¿Qué?—. Para ser sinceros, él no había esperado una respuesta de ella, y ciertamente, menos había esperado esa.

Ella se encogió de hombros, con un rostro complacido. —Se lo merecía. Me hizo daño durante mucho tiempo—. Pronto, ella lo miró, y por un momento, la ira pareció volver a acumularse detrás de sus ojos. —Si estuvieses aquí por haberle hecho daño a tu hija, también te mataría—, le prometió, y Harry sintió un escalofrío que lo recorrió de arriba a abajo; parecía poderosa, vengativa, como una arpía enviada para enmendar un antiguo mal. Su ceño se suavizó, y volvió a ser una Angela triste y distraída. de antes —Pensé que, una vez que se fuera, el dolor se detendría—. Levantó una piedra y la estudió detenidamente. —No fue así—, terminó en voz baja, y arrojó la piedra al agua; esta vez realmente la arrojó, sin intenciones de hacerla saltar.

Harry esperó unos instantes, pero ella ya había terminado su discurso, y así ella se quedó mirando las olas, con los brazos cruzados sobre su pecho en un gesto de protección, tan antiguo como el tiempo mismo.

—Lo siento—, le ofreció.

De vuelta a las Sombras || James Sunderland x Harry Mason || Silent HillDonde viven las historias. Descúbrelo ahora