nine

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En aquel gran área verde, en uno de los caminos pavimentados, caminaba con total tranquilidad, sintiéndo la suave brisa que chocaba en su cara

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En aquel gran área verde, en uno de los caminos pavimentados, caminaba con total tranquilidad, sintiéndo la suave brisa que chocaba en su cara. Observando a los niños jugando entre ellos sin ningún problema y a los ancianos que visitaban el lugar por la tranquilidad que tenía.

— ¡Yoshida! — gritó un pequeño niño que se acercaba corriendo hacia donde estaba la chica. Una gran sonrisa se formó en el rostro de ella, saludando al niño — ¿Por qué ya no has venido? — en su rostro había tristeza, dejandola confundida.

— ¿De qué hablas? — soltó una risa — Vengo todos los días.

— ¿Ya no me quieres? ¿Me abandonas? — no dijo nada, no sabía que decir debido a la confusión que sentía en ese momento —, lo entiendo.

— ¿Qué es lo que entiendes?

— A tí nadie te quiere — el más pequeño tomó la mano de la chica y la miró directo a los ojos —, y quiénes lo hacían, te abandonaron ¿Verdad? — Yoshida no dijo nada, pero el niño comenzó a reír a carcajadas.

— Niño, suelta mi mano — ordenó, pero hizo caso nulo, en cambio, su risa se detuvo y su rostro se volvió completamente serio.

— Muere — mencionó. Un láser cayó justo en la cabeza del menor, haciéndolo caer al suelo sin vida.

Yoshida abrió sus ojos de golpe, mientras daba bocanadas de aire y sentía como gotas de sudor frío recorrían su frente. Todo había sido una pesadilla, una tan rara que la dejaba confundida.

Después de todo el llanto que tuvo en la noche, se quedó dormida, sentada en el suelo. Su cuerpo dolía por la mala posición en la que se encontraba, y al levantarse, soltó varios quejidos por esto.

Buenos días, Harumi — habló, con una voz tan baja que apenas fué audible para ella.

Al verlo, su cuerpo se tensó, pero respiró hondo y fingió tranquilidad, cómo si ver a aquella persona que estaba sentada en su cama era normal. Caminó hasta el armario y tomó uno de los pocos trajes de baño que le había dejado Kuina.

Creí que odiabas los trajes de baño — habló de nuevo, pero fué ignorado.

Lo hacía, en realidad, que la vieran con perversión y deseo era lo que ella detestaba, razón por la que evitaba utilizar ese tipo de trajes y vestía con ropa holgada.

Entró al baño, cerrando la puerta con el cerrojo puesto y recargando su espalda en ella, pensando en el momento que estaría bien psicológicamente y dejaría de escuchar las voces que le atormentan, al igual que las alucinaciones. Tomó una ducha rápida y se arregló lo mejor que podía en ese momento, que era solo cepillar su cabello.

Salió del baño y caminó en dirección a la puerta de la habitación, dispuesta a salir de ahí, pero se detuvo al intentar agarrar entre sus manos la manija de la puerta. Tenía miedo. Por primera vez en mucho tiempo, su ropa no consistía de sus pantalones holgados y sus camisetas que eran dos tallas más grandes de lo que era la suya.

SCHIZOPHRENIA - alice in borderlandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora