08. Maxi

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El Maxi ya me había mandado su ubicación por WhatsApp y me encontraba dirigiéndome a su casa después de una extensa charla con mi mamá para que me diera permiso ya que estaba en penitencia por no avisar el otro día.

Finalmente la convencí, aunque me costó más que la chucha. Tuve que lavar toda la loza que estaba sucia, la cual no era poca y hacer el aseo para que pudiera ceder.

Me había puesto unos pantalones de cargo verde oscuro, y una polera corta blanca, y llevaba puesta mis vans regalonas. A la perla, por querer que le dieran permiso, se olvidó totalmente de sacar algún poleron de la casa, así que rezaba por que a la madrugada no hiciera tanto frío.

Eran las siete y media, aún no oscurecía mucho, además mientras estuve en el liceo hacía bastante calor, así que con mucha suerte, no voy a pasar frío.

Estaba caminando cuando por fin estaba a unos pasos de la casa del Maxi, realmente no vivía tan cerca, pero sí podía ir caminando.

Me dispongo a tocar el timbre después de haber inspeccionado la casa por fuera, era terrible bonita, un sueño, se veía moderna. Era de dos pisos y tenía una fachada muy aesthetic como dicen los lolos, ah ya. Y la puerta de la entrada era grande, de color café. Mi casa era bonita, pero la suya todavía más.

Cuando por fin abrieron la puerta, unos ojos miel me recibieron, se veía entero mino, bueno, no era novedad.

—Hola ojitos— Sonrió al verme. Me dio un beso en la mejilla tomándome por sorpresa y se hizo a un lado en la puerta. —Pasa.

—Hola, ¿aún no estás listo?

—Si estoy, pero tengo que ir a buscar mis cosas arriba y avisarle a mi mamá que ya me voy para que baje a ver a la Emilia— Dijo y subió rápido las escaleras.

¿Emilia? ¿Quién era ella?

—Hola— Habló una vocecita proveniente de más abajo.

Dirigí mi mirada hacia a mi costado y vi a una bonita niña, de pelo negro con ondas y un control en sus manos. Supuse que el de la tele que se encontraba unos pasos más allá junto a unos sillones y una mesa baja. Ojos cafés muy brillantes, y muy pequeña, tenía puesta una jardinera color mezclilla y una polera de color blanco con dibujos animados debajo.

—Ay, hola, tú debes ser Emilia ¿Verdad?— Me agaché a su altura sonriéndole. ¡Era hermosa!

—Sí! pero dime Emi, ¿tú eres la polola del Maxi? ¿Cómo te llamas?— Preguntó inocentemente. Abrí los ojos de par en par ¿Por qué todos creían que yo era la polola de este florerito?

Reí tranquilamente.

—No, no lo soy... yo soy una amiga. Y me llamo Camila— Respondí. ¿Amiga? ¿Éramos amigos verdad? ¿O conocidos? O...

—Ahh bueno, es que como la otra vez él me dijo que salió con alguien y por eso traía churros— Habló de vuelta sacándome de mis pensamientos.

—¿Los churros?— Reí recordando eso. — ¿Y tú qué eres de él?

—Soy la prima— Sonrió dejándome ver sus chiquititos dientes.

—Ahh, entiendo, eres muy hermosa ¿Y él te convido churros o se los comió todos?— Pregunté con diversión.

Ella comenzó a reír, lo que se me hizo tierno pero no comprendía de qué reía.

—¡Yo me los comí todos!— Me reí yo ahora. —Si a él nunca le han gustado los churros, dice que tienen mucho..— Frunció las cejas intentando recordar. —¡Mucho acetide!

—Aceite— Le sonreí, había dicho mal la palabra.

—Eso, eso!

¿Había dicho que no le gustaban los churros al Maxi? ¿Desde siempre? No entendía nada. Me había dicho que nunca los había probado, y luego cuando supuestamente lo hizo, dijo que si le gustaron.

Me debí un helao (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora