Volterra
La primavera llegó con todo su esplendor. El invierno perdió su control sobre la tierra
dando paso a la estación de siembra y las gentes de Volterra se vieron, de repente, muy
ocupadas. Todas las manos disponibles se dedicaron a ayudar. Sólo Jane trabajaba en
la estancia dedicada al hilado ahora que el tiempo era bueno.
Los días se convirtieron en semanas sin que el conde regresara.
Isabella pasaba parte de su tiempo cardando junto a Jane, agradecida de escapar del
resto de los habitantes de la fortaleza.
Kachiri todavía estaba en Perth cuidando a su hija e Isabella la echaba muchísimo de
menos.
Sé sincera... echas de menos a Edward.
Estaba segura de que la lujuria se había apoderado de ella. Sus sueños estaban llenos
de ardientes recuerdos de las noches que había compartido con Edward . Veía su rostro,
oía su voz e incluso, a veces, sentía sus manos sobre su cuerpo. Pero su sueño se
hacía añicos al incorporarse en la cama anhelando que la tomaran sólo
para descubrir que estaba sola.
Sin duda, eso tenía que ser pecaminoso.
Las sombras se alargaron indicándole que había pasado otro día sin que él regresara.
Isabella tomó una profunda inspiración para calmar sus nervios. Había llegado a odiar la
noche. Comer en el salón se había convertido en algo tan incómodo que lo
evitaba, conformándose con lo que podía encontrar cuando la mayoría de los hombres
habían acabado sus comidas. Las doncellas le lanzaban miradas aún más hirientes
desde que nadie controlaba su comportamiento. Como su señora, ella debería
tomar el mando.
Sin embargo, le faltaba el coraje para imponer su voluntad porque era consciente de
que sólo era una impostora. Quizá incluso percibían su culpabilidad. Los nobles eran
colocados por encima de los demás por designio divino y había un gran desacuerdo
sobre cuál era el lugar de los bastardos de sangre azul en la jerarquía social.
¿Estaba ella por debajo del más humilde de los mendigos o por encima de las
doncellas que le dedicaban aquellas gélidas miradas?
No lo sabía, así que no hacía nada por imponer su autoridad en Volterra. Algunos días
se escabullía para trabajar en la estancia de hilar y otros los dedicaba a arreglar las
ropas que había traído de Inglaterra, ya que habían sido devueltas a su alcoba sin
ninguna modificación.
El silencio que siempre parecía acompañarla encajaba a la perfección con su estado de
ánimo.
Al hallarse tan sola, su mente volvía una y otra vez a Edward.
Decirse a sí misma que debía alejar aquellos pensamientos no conseguía evitar que su
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LA IMPOSTORA
FanfictionEdward Cullen es conde, pero sólo de nombre. Para asegurar el futuro de su clan necesita una esposa inglesa. Jessica Stanley, hija del conde de Swan, será perfecta. No la ha visto en su vida, pero, ¿qué importancia tiene? Al final calentará su cama...