EPILOGO
Al día siguiente, las campanas repicaron antes de la hora de almorzar. Los jinetes que se acercaban cabalgaban bajo el estandarte del conde de Swan. Edward salió audazmente al encuentro del señor del castillo, esperándolo en las escaleras den entrada. A pesar de sus años, al inglés no le faltaba ni un ápice de fuerza. Desmontó y lanzó a un lado los guantes de montar mientras gritaba:
-¿Dónde está esa ramera con la que estoy casado?
Su voz retumbó entre las murallas y todo el mundo se quedó inmóvil, pues nunca habían escuchado al señor de la casa insultar en público a su esposa.
El conde alzó la mirada hacia el escocés.
-Cullen, estoy en deuda con vos por haber descubierto esta confabulación. Os juro que no discutiré la dote. -Subió las escaleras y le tendió la mano.
Edward se quedó allí de pie por un momento, sintiendo todos los ojos del castillo sobre él. Cuando, finalmente, estrechó la mano del conde de Swan, se oyó un murmullo de aprobación procedente de aquellos que observaban el tenso momento.
-Supongo que no estaréis furioso conmigo por encerrar a vuestra esposa y a vuestra hija. Quería asegurarme de que no hicieran más daño del que ya han causado antes de que vos regresarais para encargaros de ellas.
-No me habría importado aunque las hubierais ahogado.
-Os dejaré esa tarea a vos.
Entraron en el castillo y se dirigieron a los aposentos de la condesa, donde dos de los hombres de Edward estaban apostados como centinelas.
-Hay alguien a quien me gustaría que conocierais primero. - El escocés abrió la puerta de una habitación cercana, teniendo cuidado de que los goznes no chirriaran. El conde de Swan lo siguió y frunció el ceño al ver a Reneé.
Su amante esbozó una sonrisa tan luminosa como el verano. Levantó una mano y le indicó que avanzara.
-Entra, querido, y contempla a nuestro primer nieto.
El rostro del conde perdió cualquier rastro de color, pero no por ello Edward lo consideró un hombre débil. Sabía muy bien lo que tenía que estar sintiendo.
-¿Isabella ha tenido un bebé? -preguntó asombrado.
-Mi esposa me ha dado un hijo varón -le confirmó Edward .
El conde sonrió de repente y le dio una palmada al escocés en el hombro que le hizo dar un paso hacia delante.
-¡Vaya, esa es una gran noticia!
Reneé se puso un dedo en los labios. -Ssh. Isabella necesita descansar.
-No estoy durmiendo, madre. -Isabella se abrió paso con los hombros a través de la cortina que separaba el lecho del resto del dormitorio.

ESTÁS LEYENDO
LA IMPOSTORA
FanfictionEdward Cullen es conde, pero sólo de nombre. Para asegurar el futuro de su clan necesita una esposa inglesa. Jessica Stanley, hija del conde de Swan, será perfecta. No la ha visto en su vida, pero, ¿qué importancia tiene? Al final calentará su cama...