CAPITULO 13

17K 1.1K 60
                                    

Castillo de Swan



Isabella se despertó de mal humor, sabiendo muy bien lo que eso significaba. No tenía hambre y le era indiferente lo que le ofrecieran para desayunar.

Al fin y al cabo, pensó con desdén, qué importaba lo que les sirvieran en su prisión si no

tenía hambre. Resopló, se puso a pasear por el solar y se detuvo frente al tapiz

acabado para ver cómo los hilos de seda habían dado vida a la imagen de Edward .


Pensativa, recorrió con los dedos su cobrizo pelo. Su madre estaba más callada que de costumbre esa mañana, dedicando su tiempo a tejer despacio. Isabella volvió a mirar el tapiz y sintió que un escalofrío le recorría la espalda. Era casi como si pudiera escuchar a Edward  cabalgando hacia ella.


Lo cual era una locura.

Vendrá a por ti...


Las dulces palabras de Alice resonaron en su memoria. Le parecía que habían

pasado años desde que habían compartido su último momento juntas. Sólo habían estado separadas unos meses, pero las cosas habían cambiado mucho en ese tiempo.


Temblando, recordó cómo había contemplado la partida de su padre aquella lejana mañana y el sudor perló su frente al escuchar en su mente a Alice hablando del niño que ella alumbraría en otoño. A través de las ventanas, pudo ver las hojas rojas y amarillas. Las haces de cebada se secaban en los campos aprovechando los últimos días de clima cálido.


Se sentía tan sola que la visión del tapiz hizo que le entraran ganas de llorar. Tratando de mantenerse ocupada, paseó de nuevo sintiendo odio por aquellos muros de piedra.


De repente, otro escalofrío atravesó su espalda, seguido de una oleada de calor. Se quedó paralizada y un calambre le tensó el vientre a la altura de las caderas.

La capa empezó a molestarla, así que se desabrochó los botones que cerraban la parte superior y la dejó sobre la cama. Aun así, todavía hacía demasiado calor en el solar. Su cuerpo se estremeció al sentir otro calambre y no pudo evitar gritar cuando un torrente de líquido caliente surgió de entre sus piernas.


-Bien, sabía que había llegado el momento. -Su madre se arrodilló con calma para secar el charco y el trapo que usó se tiñó de rosa. Se levantó e intentó tranquilizar a su hija-: No te preocupes, Isabella, así es como funciona. Es normal.


La joven no tuvo tiempo de discutir la serena afirmación de su madre,

porque sintió otro calambre mucho más fuerte que el anterior.

Se inclinó hacia delante y apoyó las manos sobre los muslos mientras el dolor clavaba sus garras en ella.


-Respira, Isabella. Toma inspiraciones largas y profundas. Debes hacerlo por el bebé.


La cortina se movió de repente y Jessica apareció en el umbral para ver lo que ocurría.

-¿Ha llegado el momento?

Reneé fulminó a la joven con la mirada, pero Jessica no aguardó una respuesta y sonrió con ojos ávidos.

LA IMPOSTORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora