Castillo de Swan
-Tu comportamiento es vergonzoso. -Sue habló despacio, dejando que Isabella
asimilara cada una de sus palabras antes de que la siguiente atravesara sus labios-. Es
evidente que no te preocupas por nadie más que por ti. -Cogió una carta del secreter y
se golpeó la palma con ella mientras un brillo de triunfo destellaba en sus ojos-. Mi
esposo no regresó para el día de cobro.
Isabella se mantuvo inmóvil con la mirada fija en Sue, negándose a bajar la vista. No
volvería a mostrarle respeto ciego a aquella mujer nunca más.
-He hecho bien teniendo la cautela de casar a tu hermana con un hombre que la
mantendrá bajo control. -Sue frunció el ceño al ver que Isabella no inclinaba la cabeza
ante ella-. El simple hecho de que escribieras esta carta prueba que tú y tus hermanos
habéis heredado la falta de respeto que vuestra madre me mostró al darle a mi esposo
hijos varones.
Isabella sonrió levemente y aquel gesto enfureció a la señora de Swan, haciendo
que su rostro enrojeciera.
-Mi hermana está en Escocia.
-¿Qué? -Los labios de Sue se retorcieron en una horrible mueca-. Ordené que
regresara.
-Si sólo me preocupara por mí misma, yo seguiría en Volterra, lejos de tu alcance.
-No te permito que me hables así, jovencita, yo soy tu señora.
Isabella no cedió.
-No, ya no. No lo eres. Me mandaste lejos y me entregaste a otro noble. Mi lealtad
pertenece ahora al conde de Masen.
Un destello de miedo sobrevoló el rostro de Sue. Pareció asombrada por aquella
emoción y sus labios se movieron durante unos breves instantes sin emitir ningún sonido.
-Me obedecerás, bastarda -dijo finalmente convirtiendo sus manos en puños.
-¿O qué? -Isabella no estaba tan segura como su voz transmitía, pero no callaría más ante tanta injusticia. Su obediencia a Sue no había sido recompensada con equidad como predicaba la Iglesia. El hecho de cumplir con sus obligaciones no
significaba nada si la mujer a la que ofrecía su lealtad no recordaba su deber para con sus propios sirvientes. Ésa era la lección que había aprendido de Edward. Él era un líder porque lo consideraba un deber, no sólo un privilegio heredado de su padre. Y
luchaba cada día por ocupar dignamente el lugar que le había correspondido en la vida.
-Haré que echen a tu madre.
-El invierno ya pasó -replicó la joven sin titubear.
Sue soltó un grito ahogado ante la audacia que mostraba la que había sido su
doncella.
-Aun así -siguió Isabella-, quizá sería mejor que lo hicieras.
Cuando ella llegue hasta el siguiente condado, se acabará toda esta farsa.
No creo que mi padre se sienta feliz cuando sepa lo que has hecho.
Sue extendió hacia ella un dedo amenazante.

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LA IMPOSTORA
FanfictionEdward Cullen es conde, pero sólo de nombre. Para asegurar el futuro de su clan necesita una esposa inglesa. Jessica Stanley, hija del conde de Swan, será perfecta. No la ha visto en su vida, pero, ¿qué importancia tiene? Al final calentará su cama...