BRUNO MARTÍNEZ AGOSTINI

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El maldito despertador empezó a sonar. Era domingo. Mi día libre, el día en el que podía dormir sin necesidad de madrugar y ahí estaba el pitido del despertador molestando de buena mañana. Noté como Martina se movía a mi lado y la atrapé con mi brazo alrededor de su cintura. 

—Quédate un poquito más —balbuceé, reteniéndola.

—Tengo que irme —se rio.

Aquel sonido se había convertido en mi favorito.

—¿Qué hora es? —mantuve los ojos cerrados.

Noté como se movía entre mis brazos para coger el reloj de la mesita.

—Las nueve y cinco.

—Muy pronto.

—Bruno —abrí levemente los ojos al escuchar aquel tono de voz—. Tengo que irme —pronunció con dulzura.

Asentí todavía medio dormido.

—Vete antes de que me arrepienta.

—Te quiero —me dio un beso rápido y salió de la cama de un salto.

Volví a cerrar los ojos y abracé la almohada de Martina llenando el vacío que había dejado al levantarse. Olía a ella. La abracé con más fuerza. Me había acostumbrado a dormir con ella y cuando no estaba era como si me faltara algo. Estaba a punto de dormirme cuando escuché la puerta cerrarse.

—Te quiero —murmuré.

La puerta se volvió a abrir y sonreí.

—Nos vemos luego.

Minutos más tarde empezó a sonar la música.

—Matías —me tapé los oídos con la almohada.

Miré el reloj y me di cuenta de que realmente habían pasado dos horas.

—Mierda —me desperecé y salí de la cama.

Me puse una sudadera porque ya empezaba a refrescar y salí para ver en directo el concierto de Matías.

—Buenos días.

—¿Café? —asentí—. Lo ha dejado hecho Martina.

Sonreí. La quería. La quería tantísimo...

—La vas a coger o vas a seguir babeando por tu novia.

—Gracias —cogí la taza de café y me senté en el sofá.

—Por cierto te ha dejado una notita —señaló la entrada.

Me levanté y la cogí.

Nos vemos a las dos y media en el restaurante de siempre.

Te quiere, tu pequeña devora libros.

Fui hasta la cocina y la enganché en la nevera con uno de esos imanes de propaganda que teníamos.

—¡Sí claro! Encima ahora tendré que ver todos los días lo desgraciado que soy —resopló Matías—. ¿Cuándo se supone que voy a encontrar el amor?

Me reí y volví al sofá.

—Tengo que pedirte un favor.

—Si se trata de matar a alguien, me niego.

—Hablo en serio.

—Yo también hablo en serio, Bruno —sonrió y tras un silencio dijo—. ¿Qué necesitas?

—Que me ayudes a montar dos estanterías flotantes en la habitación y a colgar unos cuadros.

—¿Y eso para qué?

Love is a Choice (el principio de un fin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora