Capítulo 9

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Entré en la librería de Bruno en busca de un nuevo libro, ya me había acabado De Sangre y Cenizas y tenía que encontrar mi próxima víctima. Aunque realmente había ido allí porque me moría de ganas de verle y aquella era la excusa perfecta. Entre las cuatro paredes de aquel establecimiento se encontraban mis dos pilares, aquellos que me estaban ayudando a volver a ser. Los libros y él.

—Buenos días, Martina —sonrió Matías—. Tu librero favorito está en el almacén.

Ahí estaba mi pajarillo de ojos azules, sonreí.

—Gracias, gracias, gracias —me abalancé sobre él pillándole por sorpresa.

Matías me agarro a tiempo evitando que ambos cayéramos al suelo.

—Yo también me alegro de verte —se rio.

—No se lo digas a nadie, pero tú eres mi favorito —confesé antes de romper el abrazo.

—Espero que no lo haya escuchado nadie y con nadie me refiero a Bruno, no me gustaría morir tan joven.

No puede evitar soltar una pequeña carcajada.

—Gracias de verdad por decirle que vine.

—No fue nada, pero parece que la cosa ha ido bien —me guiño un ojo.

Asentí sin dejar de sonreír.

—No creo que tarde mucho en salir. Además, es como si tuvierais una especie de imán porque es aparecer tú por esa puerta y...

La puerta del almacén se abrió y ahí estaba él.

—Lo que yo decía.

Bruno sonrió nada más verme, le saludé como una tonta con la mano desde la distancia.

—La baba Martina —Matías me dio un pequeño empujón en el hombro.

—Calla —se lo devolví.

Ambos nos empezamos a reír.

—¿Qué tramáis? —preguntó Bruno en cuanto llegó a nuestra altura.

—Nada.

—Nada, nada —aseguré.

—No me fio de vosotros dos juntos —nos señaló agudizando la vista.

Matías y yo nos miramos y nos reímos.

—Bueno os dejo solos.

—¡Eso, eso, huye! —le gritó Bruno mientras se iba alejando.

Matías levantó la mano derecha y comenzó a moverla de lado a lado despidiéndose mientras se alejaba por el pasillo. En cuanto desapareció de nuestro campo de visión Bruno se giró hacia mí y sonrió.

—¿Qué te trae por aquí?

Me encogí de hombros mordiéndome el labio en un intento de disimular un poco la sonrisa de tonta que llevaba estampada en la cara.

—¿Echabas de menos mis besos y por eso no te has podido resistir a venir a buscarme al trabajo?

—Exactamente eso.

—Eres insaciable, Martina —se humedeció los labios—. ¿No tuviste suficiente con la ronda de ayer? —se acercó un poco más.

Tragué saliva nerviosa cuando imágenes de la noche anterior empezaron a reproducirse en mi mente. Nuestros cuerpos desnudos moviéndose sobre el asiento del copiloto, él entrando y saliendo de mí. Nuestros jadeos, todos y cada uno de los besos, los cristales empañados por unos cuantos orgasmos...

—Me encantaría saber qué está pasando por esa cabecita —se acercó un poco más.

Retrocedí por instinto hasta que mi espalda golpeo contra una estantería. Tragué saliva sin apartar la mirada de esos ojos que prometían devorarme en cuanto tuvieran la oportunidad. Colocó sus brazos a ambos lados de mis caderas apoyándose en las baldas de la estantería con las manos y se acercó hasta que nuestros labios estuvieron a punto de rozarse.

Love is a Choice (el principio de un fin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora