Seis

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La gruta era amplia. Zarbon hubiera caído perfectamente de pie, pero apenas entró en el lugar cayó al suelo y le tocó gatear hasta un rincón. Quería descansar. Desde allí observó a la mujer sacar una lámpara de la mochila que llevaba. Mali se quitó el impermeable para secarlo con papel. Llevaba puesto un pantalón militar de un solo color y con muchos bolsillos. La camiseta negra tenía las mangas hasta los codos por lo que Zarbon pudo observar la venda sobre la herida que él le había hecho.

Una de las primeras cosas que él pensó al verla fue que estaba guiando una tropa de sus compañeros en contra suya. Rápido descartó la idea, sin embargo, no lograba comprender porque esa mujer había regresado. Había gente buena. Zarbon lo sabía. Gente que se aproximaba a él y sus tropas de forma amistosa sin sospechar que terminarían siendo asesinados y perdiendo sus mundos o sucumbiendo con el. En más de una oportunidad se aprovechó de la buena voluntad de los habitantes de algún planeta, pero esa chica le causaba una sensación distinta.
Tras unos minutos la vio sacar un paquete de la mochila que le ofreció en silencio y manteniendo la suficiente distancia como para evitar otro ataque de su parte.

-Es comida militar- le dijo- Casi toda esta deshidratada, pero es buena. Nos la dan cuando hacemos expediciones. Cada porción contiene la cantidad justa de calorías que una persona debe consumir al día. No te quita el hambre, pero hace que tu cuerpo funcione- explicó con cierta timidez y como él no parecía querer recibir la comida, Mali la dejó a un costado suyo.

Zarbon la siguió con la mirada. Ella se puso un suéter verde oliva que le quedaba un poco grande y sobre el se colocó el impermeable otra vez.

-¿A dónde vas?- le preguntó.

-A la cabaña- contestó Mali al tomar la mochila- Bardock sigue ahí ¿no es así? No está lejos de aquí así que no tardaré mucho en llegar.

-Ese saiyajin es prácticamente un cadáver. Ir hasta allá es un desperdicio de energía- le dijo con un tono muy frío.

Mali no contestó porque sabía él tenía razón. Con una mirada casi resignada vio hacia la entrada de la gruta. Afuera llovía como si de un diluvio se tratase. Era un tanto peligroso salir con ese clima y las lluvias tomarían fuerza durante la madrugada.

-Eres estúpida- exclamó Zarbon al verla ir hacia la entrada- A menos que en tu equipaje tengas una cura milagrosa, no hay nada que puedas hacer por él.

Mali lo escuchó, pero no fue hasta que la luz de un relámpago iluminó la cortina de agua que caía por el muro de piedra, al exterior, que ella se detuvo. Se cubrió las orejas y se hincó inclinando la cabeza como si se estuviera intentando proteger de algo. Tenía miedo. Eso era evidente para Zarbon, lo insólito es que aquello que parecía aterrarla eran los truenos. En el corto viaje, a bordo de aquel vehículo, el comandante del emperador del universo percibió un poco de eso. Pero pensó que el ligero temblor en el cuerpo de esa frágil criatura se debía el clima. Mientras conducía la motocicleta el sonido de los truenos era menos advertido por la muchacha, pero en el suelo ese fuerte estruendo y las vibraciones en el terreno le causaban bastante temor.

-Que criatura más patética- murmuró Zarbon y apartó la mirada de ella acomodándose para descansar- No me explico cómo alguien como tú puede vestir un uniforme. Si todos los soldados de este planeta son como así, podría conquistar este mundo yo solo en un solo día- agregó presuntuosa.

-Yo no soy un soldado- le respondió Mali con una voz temblorosa- Soy un guardabosques. Dependemos del ejército, pero no somos considerados...

Un pequeño gritó de angustia salió de la boca de la mujer que se terminó de sentar haciendo una W con las piernas.

Zarbon quedó un tanto mal humorado cuando oyó que ella no era un soldado. Todo ese tiempo estuvo teniendo una actitud cautelosa por nada.

-Deja de gimotear. Es molesto- le exigió Zarbon después de unos minutos.

Era para mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora