Quince

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Mali tiró de su brazo, pero no lo movió ni un poco. De todas formas buscó poner distancia entre los dos echándose tan atrás como pudo y subiendo una de sus piernas a modo de barrera. Nunca bajo la mirada. Al contrario. La clavo en las oscuros ojos de Bardock, aunque encogió un poco los hombros. Estaba tensa. El saiyajin podía sentirlo como también pudo apreciar la forma en que esas pupilas achocolatadas se dilataban. Mali temblaba ligeramente. Una delgada capa de sudor se formó en la frente de la muchacha cuyo corazón se comenzó a acelerar y casi le atraviesa el pecho cuando él le sujetó la otra mano. Sin embargo, fue ese segundo agarre lo que trajo la calma a la mujer. Una calma fría y lúcida.

-No quiero hacerlo- le dijo con voz firma y clara- Suéltame ahora- le exigió, pero él solo se le quedó viendo. Era difícil saber lo que estaba pensando ese sujeto- ¡Te dije que me sueltes!

Bardock la soltó y se puso de pie.

-No voy a obligarte sino quieres- le dijo y dejar el camper.

Esas palabras no solo dieron alivio a Mali, también la hicieron sentirse un poco mal debido a que él la venía cuidando todo el día y ella fue un tanto hostil. De todas formas no se arrepentía de su actitud frente al saiyajin. Desde la ventana lo vio sentado fuente a una parrilla en la que asaba carne y otras cosas. Papas posiblemente, no alcanzaba a ver. Con cuidado, después de unos minutos, la muchas bajo de la litera para revisar los cajones en busca de algo que ponerse. Tenía frío.

La ropa en su mayoría le quedó un poco grande. Las mujeres que estuvieron ahí debieron ser unos veinte centímetros más altas. De todos modos logró encontrar algo que le calzo de manera decente. El camper tenia un baño con ducha y Mali decidió aprovechar aquello. Quería refrescarse un poco. Tomó la precaución de poner seguro a la puerta, pero no advirtió a Bardock de lo que iba a hacer para evitar que se sintiera tentado a espiarla. Antes nunca considero algo como eso ¿Por qué lo haría? Ellos eran unos seres alienígenas y era casi ridículo imaginar sus estándares de atracción al sexo opuesto la abarcaran a ella. Pero se equivocó. De cualquier forma, Mali pensaba aquello era algo superficial. Bajo el agua fría, de la apretada ducha, la muchacha reflexionaba un poco respecto a esos dos.

Al salir, envuelta en una toalla limpia que encontró, busco la ropa que había seleccionado. Un suéter verde, muy abrigado cuyas mangas le quedaban largas y un pantalón corto como estos que usan los ciclistas profesionales. Tomó también unas de esas medidas gruesas, pero solo se pudo poner una debido a la bota ortopédica. También tomó unos mitones y una gorra de lana con forma de boina que le quedaba grande. Hacia frío y no quería sufrir por ello. Cuando estaba acomodándose la gorra, un relámpago ilumino el cielo haciéndola ver hacia la ventana. El trueno que se oyó después sacudió el camper y eso la hizo ir hacia la puerta para salir de ahí en busca de Bardock, pero movió demasiadas brusco la manilla de la puerta y la rompió.

En la cabaña Zarbon despertó producto de los truenos. Estaba sentado en el piso, con las piernas cruzadas cuan largas eran y los brazos cerrados sobre su pecho. Eso le permitió apreciar sus extremidades rápidamente y descubrir habían regresado a la normalidad. Sorprendido miró sus manos con las palmas hacia arriba. Tocó su rostro y se puso de pie observando su cuerpo como si fuera la primera vez que lo veía así. Había recuperado su aspecto normal. Jubiloso buscó algo en que mirar su cara encontrando solo una vieja y no muy pulida bandeja de metal.

-Al fin abandone esa horrible forma- se dijo sonriendo contento al punto que apenas se aguantaba las ganas de reírse a carcajadas- Ahora no podrás decir que mi aspecto te desagrada, Mali...tendrás que...

Esas últimas palabras quedaron inconclusas debido a la estupefacción que le provocó lo que iba a decir. Atónito dejó caer la bandeja mientras su feliz expresión desaparecía. Se cubrió la boca con la mano y a tientas busco la silla a su costado para dejarse caer sentado ahí. Un relámpago brillo entre las nubes y el trueno lo hizo pensar en ella otra vez. A esa mujer no le gustaban las tormentas, en especial los truenos. Donde estuviera debía estar muy asustada.

Era para mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora