— Lucero...
— Cinco minutos más. Tal vez diez. Si son veinte muchísimo mejor.
Me tapé los ojos reprimiendo la risa.
— ¿Te das cuenta de donde estamos?
— ¿Y tú de que estoy dormida?
— Quieres abrir los ojos, por favor.
— De querer...
— ¡Lucero!
Se incorporó y después de tallarse los ojos, se quedó trémula.
— ¿Nos dormimos aquí?
— ¿Te parece?
Me miró rápidamente y no parecía haberle agradado mi respuesta.
— ¿Intentaste secuestrarme?
Me reí y encendí el motor del auto.
— Sigue durmiendo, Lu.
— No te he dado el permiso de llamarme así.
Se acomodó en el asiento y rápidamente comenzó a respirar con lentitud. Regularicé la calefacción y manejé de regreso a la ciudad. Pasamos la noche en un mirador, pensando que solo iríamos hasta ahí para mirar las estrellas en el cielo y las luces que simulaban las mismas en la tierra, pero nos pusimos a conversar con tanto énfasis, que las horas se pasaron y no recuerdo en qué momento los ojos se nos cerraron a ambas. Ni quién se durmió primero. Después de aquella noche en ese baño drogadas, no habíamos pasado un solo día separadas.
— ¿Sabes? Se me acaba de ocurrir algo.
— ¿No estabas dormida?
— No. Bueno, lo estaba.
Me reí.
— ¿Qué se te he ocurrió?
— Así como tú tienes una lista, yo igual quiero escribir una de las cosas que quiero hacer contigo antes de que te mueras.
Apreté el manubrio y callé.
— No me parece justo.
— A mí tampoco que yo tenga que andar cumpliendo sólo tus caprichos.
La miré ofendida, pero con gracia.
— Cinco cosas en la lista, nada más.
— ¡Fenomenal! Pero ya que me has limitado, tendrás que cumplirlas sin titubear. No habrán cambios, no nos saltaremos ninguna.
— No hay cosa que pueda ser tan terrible. — sonrió de lado. — ¿Cierto?
— Nada similar a terminar desnuda en el baño de una cafetería.
Simpática.
Volvió a acomodarse y sonreí lo que me quedaba de camino.— ¿Te puedo pedir un favor?
La voz le había cambiado, parecía y sonaba cohibida, se encorvó en el asiento y me miró con unos ojos brillantes y redondos que me hicieron sonreírle para que entrara en confianza.
— Por supuesto.
— ¿Podrías dejarme en mi casa? Por favor.
Miré el portón de la mía y me golpeé en la frente mentalmente.
— Perdóname, no sé por qué te traje hasta acá sin preguntar. Claro que sí, indícame dónde vives.
Volví a encender el motor y me integré a la calle en silencio, íbamos hacia una manzana que era desconocida para mí.
ESTÁS LEYENDO
The orchestra of pain
FanfictionVengo del futuro para decirte que todo ha pintado bien. Que el día que partiste entendí que no todo el que quiere quedarse tiene la fuerza para lograrlo. Ha sido un camino distinto sin ti a mi lado. Le he gritado al mar, al viento, le he contado a...