Un Amigo Valioso Cómo El Oro

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Luego de que Lionel llamara a la puerta, esta fue abierta por uno de sus hijos, el pequeño Mateo al ver a su padre sonrió con mucha alegría.

—¡Papi! —dijo el niño con enérgica voz mientras le extendía los brazos.

—Hola campeón —sonrió y cargó a su hijo dentro de aquella habitación mientras cerraba la puerta tras de él.

Una vez dentro no vió a nadie más ahí, pero antes de que pudiera preguntarle a Mateo por los demás esté gritó llamando a sus dos hermanos.

— ¡Thiago, Ciro, papá está aquí!— luego de gritar esto, los dos niños llegaron rápido a saludar a su padre.

— Hola mis niños — dijo Lionel a ver a sus otros dos hijos llegar.

— Hola papá — dijeron al unísono los dos niños.

— ¿Y mamá niños? ¿Dónde está?

— En el baño, quizá salga rápido —respondió Thiago— ¿Por qué llegas hasta ahora papá? Creímos qué ayer estarías aquí.

La pregunta asustó un poco a Lionel, era obvio que no le diría a sus hijos que fue lo que en realidad hizo, se dirigió hacia su hijo mayor y le revolvió el cabello con su mano.

— Bueno pues recuerdas que ayer ganamos el partido ¿Verdad? —el pequeño asintió con la cabeza— Pues ayer al volver del estadio fui a celebrar con los muchachos y se me pasó el tiempo.

Mientras le decía todo esto a su hijo, Antonela ya había salido del baño y se apoyó en una de las paredes del lugar. Luego de que Lionel acabará de explicarle a su hijo, ella se acercó para hablar con él.

—Al fin llegas, me tenías preocupada, le pregunté a algunos de tus compañeros donde estabas y todos estaban lo suficientemente ebrios como para no fijarse en donde te metías —se acercó a Lionel y dio un beso en sus labios.

—Perdóname cariño, solo que la celebración se nos salió un poco de las manos.

Bajo a Mateo y los tres niños se dirigieron a la sala a continuar viendo caricaturas.

—No hay problema, solo que desearía que cuando célebres con tus amigos aunque sea no te alejes de ellos, así podré encontrarte y traerte a la habitación —pasó sus brazos alrededor del cuello de Lionel y lo volvió a besar— deberías ducharte, apestas a alcohol y cuando acabes iremos a almorzar.

—¿Almorzar? ¿Qué horas son? —preguntó Lionel un poco desorientado.

—Si, almorzar, es casi la una de la tarde.

—Wow, parece que perdí la noción del tiempo —rió Lionel.

— Quizá deberían dejar de beber como si hubieran ganado el mundial cada que salgan victoriosos de algún partido, así no perderías la noción del tiempo. Ahora ve y dúchate, mientras yo ayudo a los niños a vestirse.

Y así sucedió, Lionel tomó un ducha que limpió todo lo del día anterior y Antonela vistió a los niños para salir a almorzar.

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Para Guillermo había sido difícil llegar hasta su hotel, la luz del sol le resultaba muy molesta y el ruido del lugar lo estaba desconcertando. En el camino vió los resultados del partido entre Argentina y Polonia y no era tan difícil darse cuenta de algo que había temido este tiempo, estaba fuera del mundial.

Al llegar a su habitación logró oír dos voces, la de Lozano y la del Tata Martino, éste se notaba enojado mientras que su amigo se oía preocupado.

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