02. chape de amigos

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Julián se fue a dormir a eso de las cuatro de la mañana, pero por algún motivo, se despierta a las seis y media. Los ojos le arden y apenas puede mantenerlos abiertos, y puede divisar por la persiana de su habitación el sol naciente, que pinta el cielo de rosa. Se revuelve entre las sábanas, buscando poder volver a dormirse, ya que apenas puede respirar del agotamiento, pero cuando el reloj marca las siete y media y él todavía no pegó ojo, se da por vencido y se levanta.

Se acuerda de la noche pasada vívidamente, ya que él se encargó de mantenerse sobrio. Se acuerda de Natalia y vuelve a sentir la sensación del humo avasallándole la garganta. Después, se acuerda de dejarla a ella y a Enzo en sus respectivas casas para después volver a la suya y caer agotado en la cama. Sin embargo, sus pensamientos no lo dejaron dormir más de dos horas y ahora se encuentra en la barra de la cocina, sentado en uno de los banquitos, sorbiendo de un café en un fútil intento de mantenerse a sí mismo con vida.

A las ocho, le suena el teléfono.

–¿Hola? –dice, con los ojos medio cerrados.

–Che, no me puedo dormir.

Es Enzo.

–Yo tampoco –contesta él.

–¿Puedo ir?

–Sí, venite.

No pasan ni veinte minutos y Enzo ya está ahí. No se preocupó en asearse mucho: lleva puesto un par de joggings tartán y un suéter gris, y las chanclas sobre las medias. Camina lentamente, con los ojos escondidos detrás de un par de anteojos y apenas Julián abre la puerta, se adentra en el interior de la casa de su amigo para escudarse del sol. De inmediato, se tira en el sillón y echa la cabeza para atrás con un largo suspiro, sacándose los anteojos.

–A la mierda. Parece que te arrolló un camión –dice el cordobés al ver las ojeras de su amigo.

–Andá a cagar. Vos porque no chupaste –le contesta él.

–¿Si no manejo yo, quién maneja? Gil.

Enzo revolea los ojos, pero aquello le ocasiona un inmenso dolor de cabeza, por lo que se agarra el pelo y suelta un quejido. Julián suspira.

–¿Le hablaste a Nati? –le pregunta al más joven.

–No. Debe estar desmayada.

Julián lo mira.

–¿Es la primera vez que te la chapás?

Enzo se irgue un poco, mirándolo a su amigo con los ojos rojos entrecerrados y el ceño fruncido.

–¿Me la chapé?

–Se.

–Uh –dice–. No sé, puede ser. Después le pregunto.

Hablando del diablo.

El teléfono de Enzo suena, demasiado fuerte para dos chicos que no durmieron una chota y uno que tiene una resaca asesina. Sueltan quejidos en sincronía y Enzo manotea el dispositivo, buscando callarlo para no sumar a su creciente dolor de cabeza.

–Pero la puta madre –dice, finalmente logrando agarrar el teléfono.

–Callá eso, pelotudo –se queja Julián.

Enzo lee el nombre en el teléfono; la persona que lo llama a las ocho de la mañana no es nada más ni nada menos que Natalia misma, oficialmente desmintiendo la suposición previa de Enzo. El chico contesta.

–¿Hola?

Julián no escucha lo que dice ella del otro lado de la línea. Enzo tapa el parlante del teléfono y lo mira a su amigo.

CHERRY FLAVORED | julián álvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora