12. merecidas explicaciones

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Hace días que Julián no sabe nada de Natalia.

La última vez que la vio, ella lloraba desconsoladamente en una habitación de suelos cubiertos por astillas de vidrio roto y paredes embadurnadas con olor a perfume. La última vez que la vio, ella necesitaba ayuda pero no se dejó rescatar.

Hace días que Julián no concilia el sueño. Tanto que se olvidó de asistir al partido de Natalia aquel sábado contra La Plata, porque su cerebro magullado y sus horarios desfasados borraron completamente aquel detalle de su memoria—aunque, igualmente, duda que Natalia hubiera querido que él vaya. Duda que ella haya ido, siquiera.

Julián se siente culpable, ni sabe por qué. Sí sabe que se metió donde no lo llamaron, pero lo perturba aquella imagen. Natalia en llanto, en peligro, y él queriendo ayudarla pero incapaz. Natalia negada, rehusándose.

Días y días y aún no le saca sentido a aquella extraña situación. Llegó a la conclusión que lo más probable es que aquella mujer rubia tan llena de ira haya sido la madre de Natalia, aunque la violencia de ésta hacia la joven haya indicado todo menos eso. Pero igual, todavía no entiende nada.

Julián quiso escribirle a Natalia, no es que no. Bah, de hecho, lo hizo. Pero sus mensajes fueron ignorados, sus llamadas directo al buzón de voz, a pesar de que él la vio más de una vez en línea en WhatsApp. Lo raro—hace días que no sube nada a Instagram.

Julián también recurrió a Enzo, pero sus respuestas fueron vagas. Que Natalia estaba ocupada con no sé qué, temas de la uni y algo más. Al cordobés lo enfureció la falta de preocupación de su amigo, pero se tragó la bronca y volvió a aquel ciclo sin fin de noches de desvelo, lo único manteniéndolo vivo siendo los entrenamientos diarios junto con la selección.

Cada hora que pasa, más piensa en ella.

Por eso, hoy, Julián decide darse una vuelta por su casa.

No planea tocar timbre ni nada, no, solo ver qué onda. Ver si las persianas están abiertas, si hay luz, si hay vida. Si hay algún rastro de Natalia en aquella casa hostil donde la vio por última vez. Capaz la ve, y si la ve, si puede asegurarse de que ella está bien, será suficiente para contentarlo.

Sale en su auto a eso de las tres de la tarde con los nervios a flor de piel. En todos los semáforos, entra a WhatsApp y ojea el chat de Natalia, con la esperanza de que ella lea aquel último mensaje que le envió. Pero, igual que siempre, nada.

15:35

Julián
Contestame los mensajes xfa
Ando muy preocupado

El viaje hasta su casa es rápido, y cuando llega, se le atasca el aire en la garganta al ver una pequeña figura sentada en la vereda.

Pelo marrón largo, hasta la cintura; ropa simple, suelta, de entrecasa; una concentración irrompible... y aquellos ojos azules. Un suspiro de alivio se le escapa por entre los labios y no puede evitar estacionar el auto a unos metros de distancia.

Cuando está lo suficientemente cerca, nota que Natalia está limpiando la suela de sus zapatillas de voley con un trapo, enfocada en su trabajo. Julián sonríe un poco al verla llevar a cabo aquella tarea tan mundana, tan... simple. El corazón ya le empieza a latir fácil. Al menos está viva.

Debate de si bajar o no del auto y finalmente, decide que sí. Que a pesar de que él haya estado mal en husmear en algo que no le incumbía, igualmente se merece una explicación, un mensaje, una señal de vida. Algo. Se prepara mentalmente para aquella conversación cuando baja del vehículo con las manos temblorosas.

El ruido de la puerta cerrándose llama la atención de Natalia, quien alza la mirada para encontrar los ojos de Julián a través de los metros que lo separan. Él le dedica una sonrisa tímida. Ella abre un poco la boca debido a la sorpresa, tiesa, sin saber qué hacer o cómo reaccionar una vez que el cordobés está parado frente a ella después de tantos días. La vergüenza la consume.

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⏰ Última actualización: Feb 01 ⏰

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CHERRY FLAVORED | julián álvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora