01. beso de humo

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–¿Por qué mejor no te callás un rato? –le dice Julián, al volante, a Enzo, que está sentado en el asiento del copiloto.

–Uy. Qué mala onda, che –se ríe el prójimo.

Julián le revolea los ojos, medio en joda medio posta. Enzo le tira de la oreja como la persona insoportable que es y después se sumerge en el celular, calmando la hiperactividad por algunos segundos. Julián ya no sabe cómo es que se lo sigue bancando, pero la verdad es que Enzo tiene su gracia y es leal como un perro.

Enzo le insistió día y noche durante las últimas semanas para llevarlo a un boliche en el centro que supuestamente él ama. Julián no es de salir; el ruido, la música y la multitud lo agobian a tal punto que siempre acaba sentado afuera con su celular. Por este motivo, abandonó los boliches y desistió de las salidas nocturnas hace algunos años.

No sabe cómo es que su amigo logró convencerlo de hacer esto, sabiendo que no le va a gustar. Quizás se debe al hecho de que Enzo puede ser realmente pesado cuando no obtiene lo que quiere.

Son eso de las diez de la noche y están en dirección al boliche, pero antes de eso, Enzo le pidió a su amigo que se tomen un desvío. Buscó la dirección de su destino en el celular de Julián y dejó que el cordobés siga las indicaciones del GPS sin decirle una palabra.

–¿Qué estamos yendo a hacer? –le pregunta Julián a su amigo, desconociendo el destino.

–La estamos yendo a buscar a Nati –contesta Enzo, sin levantar la vista del celular.

Julián la conoce a Nati. Enzo y ella se conocieron algunos años atrás y son inseparables desde entonces. Acorde a la cantidad de tiempo que el chico se la pasa hablando de ella, Julián cree que es seguro asumir que él probablemente esté enamorado de ella sin siquiera darse cuenta. Para colmo, Julián y Natalia nunca se conocieron.

–¿Y por qué me lo enchufás esto a mí? –le pregunta a Enzo.

–Porque yo no tengo auto y vos sos un bombonazo –Enzo se acerca hacia él y le agarra la cara, plantándole un beso sonoro y mojado en el cachete.

–Salí, gil –Julián refunfuña, sacudiéndoselo de encima.

Enzo se ríe y vuelve al celular. La voz del GPS, monótona y metálica, le indica que su destino está a cinco minutos, por lo que Julián da un par de vueltas por el barrio hasta que por fin llega a una casa chica color marrón.

–Andá a buscarla a tu amiga –le dice Julián.

–Le mando mensaje.

–Sé más caballero, Enzo. Dale –insiste, empujándolo para que se baje del auto, pero Enzo lo aleja de un manotazo.

–No rompás las pelotas.

Julián se ríe de sí mismo y se queda sentado, en silencio, mientras Enzo le manda un mensaje a su amiga para avisarle que están afuera. La puerta de la casa pronto se abre y aparece una chica en el umbral, seguida por una mujer más grande que lleva tacos y camina altanera.

Enzo no se da cuenta, sumergido en el celular, pero Julián ve como la escena se despliega frente a sus ojos. No logra escuchar lo que está pasando, pero parece que se están peleando. La chica más joven – Nati, la reconoce de las fotos – le grita algo a la mujer mayor antes de correr hasta el auto, buscando refugio de la ira de su prójima. Mientras abre la puerta, Julián se hace el distraído, como que no vio nada. Natalia cierra y se despoja de cualquier rastro de enojo o hartazgo que sentía hace unos segundos, sonriendo.

Lleva puesto un top de encaje negro y una pollera de cuero un poco demasiado corta, además de unas botas altas. La vestimenta le indica a Julián que ella seguramente sea de salir seguido.

CHERRY FLAVORED | julián álvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora