10. salida de "amigos"

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Natalia abre la puerta del auto del lado del pasajero y se sube al auto de Julián

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Natalia abre la puerta del auto del lado del pasajero y se sube al auto de Julián. Él, que estaba viendo la historia que subió ella hace algunos minutos, gira el teléfono para que la chica pueda ver la pantalla.

—¿Todo vas a subir vos? —la jode con una risa.

—Bue, callate, fantasma —ella le revolea los ojos—. ¿A dónde vamos?

—No sé. A donde quieras.

Julián empieza a manejar sin dirección alguna. Ella y Natalia discuten un rato sobre su destino hasta que acuerdan en ir al Brooklyn Café para tomar algo, sin siquiera preocuparse por prensa o llamar la atención. Solo quieren pasar un rato juntos, ya verán qué pasa después.

Natalia conecta su teléfono al auto y pone música baja. Julián, como nene que es, se queja de su gusto en música y pasan un rato argumentando sus puntos de vista; el cordobés le dice que le falta cultura nacional y la chica le contesta que se calle un poco. La discusión la gana ella, como es usual, ya que basta con solo mirarlo a través de sus pestañas para que Julián se ponga rojo y se calle. A ella le encanta tener ese efecto en él.

Llegan al café, estacionan y se bajan. Por suerte es una zona poco concurrida, así que pueden elegir una mesa, sentarse y pedir con tranquilidad. Después de ser atendidos por el mozo, Julián y Natalia se quedan solos para charlar un rato.

—¿Este finde venís a verme al partido? —pregunta Natalia, dejando el celular en la mesa.

—Seguramente —contesta él—. ¿Vos vas a viajar a Qatar?

—Enzo me consiguió entradas, pero no sé.

—¿Por qué no sabés?

—Por la uni.

A Julián aquello lo agarra desprevenido, pero rápidamente se recuerda a sí mismo que tampoco es que no tenga sentido: él de Natalia sabe poco, y ella es una pendeja de diecinueve años. No es antinatural.

—¿Qué estudiás? —pregunta, curioso.

—Psicología —dice ella—. Entre el vóley y las clases, de pedo no caigo muerta.

—No sabía que estudiabas —Julián alza las cejas.

—Bueno, tampoco sabés tanto de mí —se ríe ella—. Pero sí. Tomo turno noche para poder entrenar durante el día. Así también no me pierdo ningún partido.

—¿Y con las jodas? ¿Cómo hacés?

—Salgo los findes nomás porque no tengo clases.

—Estás hasta las manos.

—Sí, mal —Natalia aprieta los labios—. ¿Vos? ¿Estudiás?

—Na, ni ahí —dice él—. Yo estoy pa'l fútbol.

Natalia suelta una risa y a Julián le gusta el sonido de ésta. Esa sonrisita, sus dientes de conejo perfectos, la manera en que se le enrojecen las mejillas y sus ojos celestes, que se iluminan con el gesto. Le gusta mucho esa chica.

CHERRY FLAVORED | julián álvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora