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♥︎ 𝐊𝐚𝐭𝐬𝐮𝐤𝐢 𝐌𝐮𝐫𝐚𝐤𝐚𝐦𝐢 シ︎
— Niragi— Dije su nombre en un susurro al ver como observaba mis labios.
— Te prometo que te haré feliz y daré mi vida por ti con tal de que seas feliz. — Me miró a los ojos para luego unir nuestras frentes. — Solo déjame ser parte de tú vida.
— Lo siento Niragi. — Aparté lentamente mi rostro del suyo. — Yo no puedo aceptar, no quiero lastimarte, no quiero ilusionarte.
Él me miró con algo de tristeza para luego dejar un beso en mi frente he ir por su arma y salir de la enfermería azotando la puerta. Respiré profundamente intentando calmarme, tenía miedo de cómo iba a reaccionar al rechazarlo, es un militar, es un asesinó por gusto propio, es agresivo y un sexo maníaco, no puede salir nada bueno de ahí.
Tomé todas mis cosas para colocarme mi chaqueta y salir de la enfermería directo a la piscina con la esperanza de encontrar a Kuina
— ¡Katsuki, por aquí! — Escuché su voz por lo que me dirigí a ella para sentarme a su lado quitando mis sandalias para meter mis pies en la piscina. — ¿Encontraste la enfermería?
— Si, ya cambié mi vendaje.
— Lo ves, Chishiya sabía. — Se giró a verme notando una expresión no muy alegre en mi rostro.
— Niragi me ayudo, a Chishiya ni siquiera le pude preguntar, estaba muy ocupado con esa chica.
— ¿Hablas de Azumi? Siempre que pueden están muy juntitos, es claro que se gustan, no entiendo porque no lo formalizan aún.
— ¿Se gustan? — Pregunté algo sorprendida, no había notado ese pequeño gran detalle.
— Si, se conocieron aquí en la playa, y es cómo si hubieran tenido un click, desde que se vieron no pudieron separarse del otro. — Apoyó sus manos en el suelo detrás de su espalda para dejar caer todo su peso en estás.
— Ya veo. — Dije para mirar la piscina.
Había bastante gente y aunque la música estuviera alta se lograba escuchar a las personas con claridad.
— ¿Tú que piensas de Chishiya? — Preguntó Kuina luego de un breve silencio.
— No lo sé, es como si lo conociera, pero a la vez no, ha pasado mucho tiempo desde que convivimos. — Bajé la cabeza. — Y aun en ese tiempo no llegué a conocer algo más que no fuera su frialdad, indiferencia e inteligencia, creo que aún no ha cambiado.
— Él me dijo que a ti te gustaba en la secundaria. — Dijo relajada mientras yo sentía el calor en mis mejillas.
— ¿D-de ver-dad te dijo e-eso? — Tartamudeé nerviosa.
— No, solo eran sospechas mías, pero veo que no me equivocaba. — Sonrió orgullosa por tener la razón.
