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♥︎ 𝐊𝐚𝐭𝐬𝐮𝐤𝐢 𝐌𝐮𝐫𝐚𝐤𝐚𝐦𝐢 シ︎
— ¿Y dónde te has quedado todo este tiempo? — Preguntó Usagi mientras continuaba revolviendo el ramen en el agua caliente.
Seguíamos en aquella solitaria tienda sentados alrededor de una mesa mientras Usagi preparaba la comida.
— En un hotel, varías personas se quedan allí. — Decidí no dar muchos datos sobre la Playa.
— ¿Y no has hecho alianzas haya? — Preguntó Arisu luego de llegar con unos platos.
— Si, pero no terminaron bien. — Uní mis labios volviéndolos una línea mientras jugaba con mis manos.
— Oh, lo bueno es que sigues con vida. — Sonrió Usagi mientras me miraba.
— Si, me costó aun más luego de llegar a aquél lugar pero lo conseguí, sigo aquí, no del todo sana pero si salva. — Sonreí.
— Es lo importante. — Apoyó Arisu mi comentario.
— Bueno, ya está listo. — Usagi tomó los platos y sirvió el Ramen. — Provecho — Dijo para todos inciar a comer.
— Esto está muy bueno. — Halagué luego de probar la comida.
— Usagi es una gran chef, gracias a ella no he muerto de desnutrición. — Contó Arisu mientras sonreía.
— No es para tanto, es solo ramen — Contradijo Usagi apenada.
— Es timida para los halagos. — Comentó Arisu con una sonrisa divertida.
Yo solo reí para continuar comiendo, desde la mañana no comía nada y moría de hambre por lo que me encontraba disfrutando la comida preparada por Usagi.
— Niragi, detente. — Escuchamos a unos pasos de nosotros luego de que la puerta de la tienda fuera abierta.
— Sé que es ella. — Escuché la voz de Niragi.
Sentí mi corazón comprimirse, mi cuerpo temblar y mi sangre helarse.
— Katsuki. — Escuché su voz un poco ronca a mis espaldas.
Miré a Usagi y Arisu y estos me miraban extrañados, yo solo deseaba escapar de ahí.
— Yo tengo que salir de aquí. — Murmuré mientras me levantaba con prisa de mi lugar para salir de la tienda pasando por el lado de Niragi.
— Katsuki espera. — Lo escuché siguiendome luego de haber salido de la tienda.
Apresuré mi paso intentando escapar de él pero me fue inútil cuándo me tomó del brazo deteniendo mi paso.
— Katsuki. — Repitió mi nombre a mi espalda. — Debemos hablar. — Se paró en frente de mi sin soltarme.
— Tu y yo no tenemos de que hablar. — Renegué enojada y dolida.
