—No te vas a quedar todo el día allí, ¿verdad? —dijo mi madre por enésima vez, tratando de que me pare de la cama y viva la juventud que me quedaba.
—Mamá... —respondí pesadamente.
—¡Sales ahora mismo o me desgracio!
—Ya, está bien, ya voy.
Estaba vestida, siempre lo estaba. Me paré de la cama y me miré al espejo, no tenia tan mala pinta, sólo estaba un poco despeinada. Pasé mis manos por mi larga melena castaña y ordene unos cuantos pelos salidos de su sitio. Aún tenía tremendas bolsas debajo de los ojos por no haber dormido de ayer para hoy, pero las dejé ahí.
—Hoy hay entre los dos, el pasar de una vida, el pasar de mis noches, el morir de mis días, sin saber si aún, eras mía, eras mía —canté a penas, mientras me ponía rímel en las pestañas. Se me había pegado esa canción de lo que la noche anterior, Daniel se la pasó cantando.
—¿Adónde vas hoy, hermanita? —me preguntó mi hermano, apoyado en el umbral de mi puerta.
—Saldré a caminar, ¿vienes?
—Tengo mejores cosas que hacer, tal vez mañana te pueda cumplir ese deseo —respondió este, alzando la barbilla.
—Ah, chistoso —ví a Daniel por el espejo y lo fulmine con la mirada.
—Te amo.
—Te odio.
—¡Mamá! —gritó Daniel.
—Mejor me voy, adiós —me despedí con la mano y salí de mi casa.
El día estaba fresco, no hacia mi calor ni frío, mejor ya que sólo estaba con un polo manga corta, unos jeans negros y un par de vans negras al igual, que había comprado la semana anterior, con Ivanna. Me pregunto que estará haciendo ahora. Llegué al parque más cercano a mi casa en cuestión de minutos y me senté en el único banco vacío. Para ser un día de semana, había mucha gente en el parque.
Una pequeña niña estaba en la resbaladera esperando en la cola para poder resbalase, cuando ya era su turno, alguien la empujo y cayo como saco de papas al suelo. Absolutamente nadie se había dado cuenta, sólo yo. Me paré y corrí directo hacia la niña. Tenía los ojos cerrados y su respiración era entrecortada.—¡Ayuda! ¡Ayúdenme por favor! —grité preocupada, no era mía y sin embargo ya tenía los ojos llenos de lágrimas, temía que a esa pequeña le hubiera pasado algo grave.
Una señora pasada de los 60 años se acercó, junto a otra señora un poco mayor que ella y el seguridad del parque.—¿Qué le pasó? —gritó desesperado el seguridad.
—No lo sé, sólo... Se cayó y no lo sé —me pasé las manos por el pelo, nerviosa.
—Llamaré a la ambulancia.
—¿La conoces? —pregunto una de las ancianas.
—No, no sé quién es.
—Ya están por llegar, tú —me señaló el seguridad—, tendrás que acompañarme.
—Claro señor.
Me agaché para cargar a la pequeña, pero el seguridad no me dejó y lo hizo él. Ella ahora ya tenía los ojos abiertos y caían lágrimas de aquellos. Traté de descifrar su rostro por un momento, yo la conocía, pero no me acordaba de donde. La ambulancia ya había llegado, y estaban echando a la niña en una camilla. Justo cuando las puertas de la ambulancia se estaban cerrando, la pequeña me ve y dice:
—Valeria...
***
Me habían llevado a la comisaría, según los policías porque querían saber que había visto, nada grave. Me encontraba sentada en una silla de madera esperando a que el jefe de los policías se desocupara. Minutos más tarde me llama y hace que entre.
—Buenas tardes, ¿Valeria?
—Sí, buenas tardes —caminé tímidamente hasta una silla de madera.
—¿Qué es exactamente lo que vio que le pasó a la niña?
—Cayó de cabeza al suelo, como nadie la auxiliaba me acerqué y ahí fue donde pedí ayuda.
—Aquí, su hermano mayor quería agradecerle personalmente por haber realizado este acto.
Un chico aparece por la puerta del despacho del oficial y me sonríe, un chico llamado Daniel.
Claro, ahora todo tenía sentido. Esa pequeña niña es hermana Daniel Gomez, el mejor amigo de Alex Booker.
No tenía muy en claro lo que él quería hacer y lo que él quería que yo haga.—Valeria... —comenzó este, un tanto nervioso.
—Disculpen, ¿se conocen?
—Pues sí —le dice al policía— sólo quería darte las gracias y saber si podría compensarlo con algo —me dice.
—Si le puedes romper la cara a Alex, te lo agradecería mucho —pensé—. No hay problema, creo que si a alguno de mis hermanos le hubiera pasado lo mismo tu hubieras ayudado.
—La verdad es que no lo creo, por eso quiero hacer algo por ti, lo que sea.
—Discúlpenos oficial, necesito hablar a solas con él, hasta luego —me despedí con una sonrisa del policía y salí de la comisaría seguida de Daniel, una vez afuera tuve más valor— dices, ¿lo que sea?
—Lo que sea.
—¿Le romperías la cara a Alex? Con eso me basta y me sobra.
—Valeria...
—Ah, pero mira que tú insististe.
—Sí, sólo que eso ya lo hice, él es un completo... Idiota —escupió las palabras con rabia.
—¿Y a ti que te hizo?
—Lastimó a la chica que amo.
—Claro, a ti también te gusta Ivanna —rodé los ojos, como ese le hacía algo malo a ella se las vería conmigo.
—No, Valeria —Daniel me observaba tímidamente—,yo —continuó, susurrando—, yo hablaba de ti.
Se me cayó el alma a los pies. Mi cara se puso más roja que un tomate, por lo tanto miré al piso para que Daniel no se diera cuenta. Ahora mismo sólo tenía ojos para sus zapatos, que por cierto, eran idénticos a los míos.
—Creo que me voy —dije aún con la cabeza gacha y salí huyendo como la cobarde que era para enfrentar mis sentimientos al chico que quería más que a nadie.
Sí señores y señoras, Daniel y yo tuvimos una historia hace mucho, historia que me tocaría contar con el pasar del tiempo.
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Best friend forever?
Short Story¿Y qué pasaría si tu mejor amiga pierde la memoria y te olvida?