9 días antes.

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Mi cuarto era de esos de los que no tienen ventana, y la puerta cubre desde el piso hasta el techo, pequeño y sin ninguna pizca de luz. Sin embargo, al nacer me trague un despertado y esa era la razón por la cual me levantaba a las 6:20 en punto todos los días.
Me paré de la cama con los ojos aún pegados por las legañas, me metí al baño y moje mi cuerpo con agua fría, pegué un grito, como siempre lo hacía y así fue mi gran baño.
No había rastro de mi mamá o de mis hermanos, y eso que siempre se levantaban antes que yo para preparar una broma nueva. Ya cambiada me dirigí a la cocina, tome una manzana y me tiré en el sillón encendiendo la televisión. Cada cosa que había, chismes y más chismes, la televisión era pura basura. Tragué lo que sobraba de la manzana, apagué el televisor, me cepille los dientes, tome mi maleta con lo necesario para sobrevivir y salí de casa. Hoy no caminaría, porque si lo hacía llegaría sudada a casa de Ivanna y me daría flojera bañarme otra vez. Paré un taxi.

—Al colegio Jorge Manrique.

—Siete.

Yo creo que acá deberían de haber esos taxis que tienen esa maquinita para cobrarte según la ruta y eso. Porque de lo que otros días me cobraban 5, hoy por ser sábado subían el precio, basuras. Mi móvil sonó.

—¿Aló?
—Despiertaaaa.
—Lo estoy desde hace una hora, es más, ya estoy en camino a tu casa.
—¡¿Qué?! Pero aún...

Colgué. Si le seguía escuchando me convencería de dar media vuelta y esperar en mi casa hasta que ella me avisara.

***

—¿Qué tal esto? —preguntó Ivanna, mostrándome un vestido blanco de encaje y con manga tres cuartos.

—Ajá.

—Ya vas como cinco "ajá" —dijo haciendo comillas en ajá.

—Es que todo me parece muy elegante, ¿adónde iremos? Yo apuesto a que ese chico ni gasta un sol por su madre, a lo mucho vamos a Bembos y ya.

—Que mata pasiones —Ivanna arrugo los labios—, a ver, ven y escogeme la ropa.

Me paré de la cama, caminé a su armario y saqué un polo simple manga corta y negro, un pantalón jean con las rodillas rotas y una casaca de cuero color beige.

—Tu si que eres una espanta chicos, con esto me quedo —tomó la casaca— pero desapareceme eso —señaló el polo y el pantalón.
Me puse a rebuscar en su armario hasta encontrar, "lo perfecto". Y lo encontré, un vestido blanco de verano y casual, de tiras. Se lo tiré.

— Me encanta —sonrió y tomó sus botines marrones—, listo.

***

—Te odio —dije a mi mejor amiga—, yo no uso vestidos —me moví de un lado al otro, como una niña pequeña haciendo berrinche.

—Pero te ves linda —Ivanna llevó sus manos a sus mejillas y se rió, o mejor dicho se burló de mi.

Mi bella mejor amiga hizo que usara un vestido que era exactamente igual al suyo pero en negro, y me dejó usar las zapatillas que tenía puestas. Casi parecíamos gemelas, si no fuera porque ella es rubia y yo morena, seríamos gemelas. Entramos a un restaurante el cual jamás había visto en mi vida, su nombre era algo en francés y no lo podía pronunciar.

—¿Reservación a quién? —pregunto un joven muy apuesto.

—Alex Booker —pronuncio mi amiga con aire de superioridad.

—Por aquí señoritas, las están esperando.

No era cosa mía, juro que vi al chico guiñarme un ojo.

—Oye, ¿viste eso? —le dije a Ivanna señalando al chico, que ahora estaba adelante nuestro, guiándonos hacia la esperada mesa.

—No, ¿qué?

En aquel momento vi a la persona a quién menos quería ver. No me faltaban las ganas de dar media vuelta y salir por dónde vine, pero no dejaría a mi amiga sola, no sabiendo que corre peligro junto a esos dos patanes rompe corazones. Daniel me vio y se puso blanco de lo negro que era, o sea no era negro, era como Zayn de One Direction, canela pasión. Ambos se pararon de su asiento, su típica forma de saludar. Daniel y Alex era enemigos, ambos estaban en diferente grupo pero luego, en una pelea se unieron y de allí se volvieron inseparables, por un tiempo todo el mundo creía que eran gays, pero luego con el pasar del tiempo se volvieron unos rompe corazones. Ivanna sonreía como el gato de Alicia en el país de las maravillas, tanto así que creí que se le rompería la boca y pasaría a ser el JUASON. Le di un codazo, a lo que respondió sacándome la lengua. Alex jaló la silla que estaba cerca mío, le di paso a Ivanna para que se sentara, y jalé mi propia silla. Daniel, Alex e Ivanna se la pasaron conversando hasta que llegó la comida, yo sólo sonreía y asentía hipócritamente. Habíamos pedido todos platos diferentes para compartir, mi plato era una lata en salsa blanca y estaba muy rica.

—Iré a pagar la cuenta —dice Daniel, parándose del sitio.

—Ahora vengo, voy al tocador —Ivannase para del asiento y se va dando saltitos.

Me sentía incómoda, ya me estaba parando del sitio para seguir a Ivanna y Alex me detiene poniendo su mano encima de la mía. Me volví a sentar, vi su mano, quite la mía, la volvió a tomar, trate de quitarla de nuevo pero esta vez no pude.

—Ahora que estamos solos —comenzó— ¿quieres salir mañana?

— No —respondí cortante. Odiaba a ese chico.

— Muñeca —acarició mi mano—, no te hagas la difícil, sé que me deseas.

Abrí los ojos como los de ese hámster de cuentos que no son cuentos y retrocedí la cara en forma exagerada. No puedo negar, es todo un adonis, pero es el adonis de mi mejor amiga. Él se paró de su asiento aún con mi mano en la suya y se sentó a mi lado. No sabía que hacer, si gritar o golpearlo, mi mente quedó en shock y mi cuerpo no reacciono. Me guiñó un ojo y me besó de la nada, ni siquiera podría decir que estaba enamorado y fue así todo bonito, su beso sabía a sexo, es lo que él quería. A lo lejos vi a Ivanna sacudiendose las manos, me vio, la vi, abrí los ojos y a pesar de que traté de separarme, no pude. Estaba enfadada, triste, decepcionada. Una lágrima cayo de su mejilla y otras seguidas de esta, como si de lluvia se tratase. Perdón, perdón, perdóname por favor. Cuando por fin me liberé del tacto de Alex ya era muy tarde, Daniel me había visto e Ivanna ya estaba afuera del restaurante. Corrí tras ella pero fue inútil, ya había tomado un taxi y se estaba yendo a quién sabe donde. Regrese para darle su merecido a Alex.

— Eres un asco —dije y le tiré una cachetada— ¡pudrete mal parido! —grité enfadada y salí del restaurante. Daniel se había quedado pasmado, como yo hace un rato.

*Las palabras que escribo en mayúscula son las que no sé como se escriben*

Best friend forever? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora