Dos horas antes.

61 8 1
                                    


Bostecé una vez más en el día. Hoy no me levanté a desayunar, últimamente no lo hacía. Daniel, mi hermano, me había tirado agua fría cuando se dio cuenta que luego de ya haberme levantado me había vuelto a dormir. ¡Agua fría! ¡En pleno frío! Por su culpa ya estaba estornudando. Me paré de la cama con pesadez y me quité la ropa húmeda que yacía pegada a mi cuerpo. Bufé y volví a bostezar. Ayer había pegado los ojos muy temprano, sin embargo tenía más sueño que las veces en las que madrugaba. Me puse un pantalón de buzo y un polo manga larga blanco, con un mono estampado. Las pantuflas fueron mi primera opción. Caminé hacia la cocina, mi madre estaba con la taza de café en la mano, revisando el periódico escolar de mis hermanos. Sonreí sin darme cuenta, extrañaba el colegio, y a mis hermanos que extrañamente esta semana no había visto mucho.

—Buenos días señorita, ¿hemos dormido juntas? —habló mi madre, sin despegar los ojos del periódico.

—Buenos días, má.

—Te haz levanto muy tarde, ¿ayer a qué hora dormiste?

—A las 9:30, lo siento.

—Tus hermanos quieren que hoy los pases a recoger, dicen que te extrañan —mi madre hizo una pausa antes de continuar—, ¡pero si viven en la misma casa!

—Está bien, iré, y es que si no te has dado cuenta, papá se los lleva todo el día y no los he podido ver.

—Hija, ya hemos hablado de esto, tu padre también quiere pasar tiempo con ustedes.

—¿Nosotros? Si a Daniel y a mi nos deja de lado, ni siquiera nos ha mandado para nuestro cumpleaños una tarjeta de felicitaciones.

—¡Mamá! Ya me voy —gritó Daniel antes de salir— ¡hermanita, adiós!

—Hasta luego hijo, estudia mucho.

—¡Oye! No te olvides conseguirme el número de Matt —le grité en respuesta.

—Ya, adiós —se escuchó el sonido de la puerta cerrarse.

***

Veinte minutos antes.

Mi madre ya se había ido al trabajo, y yo era la única en casa. Tocaron el timbre , no abrí. Volvieron a tocar, y volvieron a tocar, cinco veces es poco. Me paré de la cama arrastrando los pies y abrí la puerta. La persona que menos esperaba se encontraba parada en frente mío, Ivanna. Estaba en shock, no sabía que decir o hacer.

— Valeria —comenzó—, perdóname —se puso a llorar, yo me limité a esperar—. Tenías razón, Alex sólo estaba jugando conmigo, ayer pasó y hoy ya no está •se llevo las manos a la boca— ¡por el amor de dios, di algo!

—¿Y qué se supone que quiere que diga, Ivanna? ¿Te lo dije? Pues te lo dije, pero ya pasó, te perdono, eso es lo que hacen las amigas, ¿no?

—Lo siento —dijo Ivanna abrazandome y llorando lo que pudo, le correspondí el abrazo.

—Ya está, ya pasó —le acaricié el pelo— y, ¿te acuerdas lo que hacíamos para olvidar las penas?

—Eso es imposible de olvidar —dio una carcajada.

—¿Trajiste la tuya? —le pregunté, alzando las cejas.

—Siempre la traigo.

Corrí hacia mi cuarto, me puse los zapatos y saqué mi bicicleta del garaje. Esta acción, Ivanna y yo la realizábamos cada vez que estábamos tristes, nos gustaba que el viento nos golpee en la cara y hacer carreras para ganar la bebida gratis cada vez que nos cansábamos, por supuesto, yo siempre ganaba las carreras.

Best friend forever? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora