Dinero extra...

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De no haber sido visto por mi familia en las afueras del local, yo pensaría que fue ángel el que me salvó. Papá intentó acercarse a dar las gracias, él ya no estaba y no había rastros de él por ningún lado. 

El miedo se hizo presente, no solo en mí, en casa todos estaban asustados. Conocía a mis agresores, eran miembros de una pandilla, todos los conocen, les temen, pero nadie se atreve a acusar. 

Papá recomendó, lo mejor era que no llegara al local en las noches y pasara directo a casa. Mamá fue más extrema y quería enviarme a estudiar a otro estado. No había nada que perder, salvo el pago de mi primer año de carrera. 

Sergio Wells, abogado, novio de mi hermana, se ofreció a mediar. Aseguró ser amigo del jefe de la zona, quien le debía un favor. Mis papás se asustaron aún más ¿Por qué Sergio era amigo de maleantes? ¿Qué tipo de vida le esperaba a Cassy? 

Ante el miedo de mamá y su insistencia de enviarme a otro lado. Sergio volvió a interceder y se ofreció a buscar a alguien para que me transportara. Yo solo debía enviar por correo, mis horarios y su esquema de seguridad se encargaría de todo. 

Papá negó de nuevo su ayuda, le dio a Cassy un ultimátum. Debía dejar el noviazgo con Sergio y replantear lo del matrimonio. A mi padre no le gustó que Sergio conociera a los miembros de esa pandilla. Cassy no hacía más que llorar y yo me sentía mal, de una u otra forma, era mi culpa.

Puedo recordar aquel sábado en mañana, Sergio llegó a despedirse porque se iba a Moscú por trabajo. Papá le ordenó aprovechar el momento y finalizar lo que llamó “Un noviazgo estúpido”. 

Aún hoy, siento el nudo crecer en mi garganta al rememorar ese día. Cassy llorando y Sergio, le consolaba. Para Sergio era una rabieta y mi padre acabaría por entender que se amaban. 

Cassy estaba en el año de residente. Los planes eran casarse después de ello. Los planes seguían, Sergio estaría tres meses por fuera y esperaba, en ese tiempo, el enojo de papá disminuyera…

Mamá lo dudaba. Mi padre daría la vida por nosotros, un matrimonio de nosotros con alguien con amistades tan peligrosas no lo permitiría. 

Dos meses después, Sergio no daba señales de vida y su móvil estaba siempre apagado. Mi hermana dio por hecho que todo se acabó y siguió con su vida. Fingía estar bien delante de todos, en las noches a solas, yo la escuchaba llorar. 

La estupidez de ir a verlos aquella noche arruinó todo.

Acomodo mi morral en los hombros, recojo mis libros y empiezo a salir del campus. Tomo el móvil y al igual que las 200 veces anteriores, le marco a Sergio. Sé que estaba apagado, pero no perdía nada con intentarlo. 

—Lissa, ¡Gracias a Dios te encontré! —me dice la trabajadora social al salirme al paso. 

Agitada, con el cabello mojado por el sudor, agitada y con rastros de haber corrido. Cuelgo la llamada sin verificar y la observo con intereses… 

—Dime que traes tu cámara de video en ese enorme bolso —mi reacción es retroceder agarrando con fuerza el morral. 

La mujer no es la más cuerda de los profesores. Todos la tienen por loca, es bastante excéntrica y cada a hablar sola. Sonríe moviendo sus manos en el rostro y me ve divertida. 

—Voy a pagarte y muy bien —aclara —eres de las pocas que le tengo confianza, por tu responsabilidad. 

Necesitaba de mis servicios para realizar un video. Estaba haciendo un documental con trabajadoras sexuales. Está dispuesta a pagar el doble si acepto ayudarle en este instante. Saca de su colorida mochila la billetera y del interior retira un fajo de billetes. 

Akim (Saga Angeles  y Demonios #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora