Mi Nieta, mi heredera

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Narrador

La calma que trajo la presencia de la trabajadora social y la psicóloga de la escuela de su hija en casa fue un alivio. Robert (el padre de su hija), había decidido no enviarla a trabajar; aunque, no se quedaba con ellas a dormir, seguía dejándola encerradas.

De vez en cuando llevaba a Ava con Karen Abbey, la perra de su esposa. No podía evitarlo, por más que lo intentara y una parte de ella oraba por que la mujer quisiera formar un hogar y le dejaran partir.

Roberth, parecía saber el día y hora en que la trabajadora llegaría, dejaba las puertas abiertas y traía comida a montón, era amable y divertido con Ava. Zafiro se permitió ese tiempo para soñar en que algún día olvidaría meter seguro y ellas escaparían.

Encontró en la pequeña, su mejor apoyo. Sobre todo, por ser quien logró que Robert no la siguiera dañando. De carácter asustadizo, nerviosa y un poco retraída, pero atenta a todo cuanto le rodeaba. Aquel temperamento, le recordaba a su abuelo, era actuar y no hablar. Ava, aprendió a leer a temprana edad, eso la llevó a amar la lectura y ganar una beca. Pasaba horas leyendo, Zafiro pensaba que leer le hacía inventar mundos mágicos en donde su padre y ella no existían. Le quiso ayudar con aquello, soñar despierta la alejaría del infierno que era su vida.

Escondía dinero y escapaba a una librería y compraba algún libro. Se hizo amigo del dependiente, era quien le ayudaba a escoger los mejores. El hombre era conocedor que su tiempo era robado, los tenía a la mano al ella llegar para que no se retrasara. Le narraba mientras pagaba logros de su hija. "—Espero conocerla pronto". Aceptó la oferta, deseaba que la viera y descubriera, no mentía. Algunas veces, regalaba otro libro, que su pequeña recibía como si le hubieran dado el mejor manjar.

Entra a la habitación de su hija con la pequeña cesta de la ropa limpia, con ella releyendo uno de sus libros. Sonríe orgullosa viéndola hecha un ovillo con el libro en manos en la ventana. La añoranza que ve en su hija al alzar el rostro a la calle y ver a los chicos que juegan en los jardines vecinos con anhelo, le arrugan el corazón.

—Puedes ir un rato si lo deseas, te escapas por la ventana. Ya lo hemos hecho —le ofrece tomando las únicas tres prendas de salir que su bebé tiene y abriendo un cajón.

—Él vendrá y sabes lo que hará —le recuerda — Podemos irnos—susurra al girar hacia ella sosteniendo en sus manos un papel. —el papá de Anker puede ayudarnos. —se baja de la ventana y entrega el papel a su madre.

Los ojos negros de su pequeña la ven ansiosos abrir el papel y esperar por una reacción. Sorprendida lee lo escrito sobre el papel de instrucciones de un medicamento. El hombre que se identifica como el padre de Anker y recuerda los interminables diálogos de su hija sobre Anker y su padre. Su hija no hace más que hablar del gigante de malas pulgas, padre de su amigo. Vryzas, era su apellido y muy a pesar de su temperamento con los adultos, con ella era amable y según Ava adoraba a su hijo.

Mira por la ventana el auto de Robert llegar y esconde el papel en su bolsillo trasero.

—Pídele permiso para jugar al jardín —se apresura a decirle.

Su hija mira detrás de ella y al notar de quien se trata afirma dando varios pasos hacia la puerta para luego salir. Conoce la rutina, uno que para ella es normal. Mantenerse lejos de Robert y no acercarse, sin importar los gritos que escuche. En los últimos tiempos, su pequeña le es difícil obedecer, ha salido a su rescate, resultando herida.

—Zafiro... Maldita perra...

El llamado a gritos desde la puerta la hace apretar ambas manos con fuerza. Ha llegado borracho ¿Cuántos días felices tuvo? 180, un poco más. Esperará a qué se duerma, le quitará el móvil y hará esa llamada...

Akim (Saga Angeles  y Demonios #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora