¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Tu trabajo de observación de los efectos de las toxinas de las plantas sobre diversos tipos de metales se interrumpe en el momento en que oyes que la puerta del laboratorio se abre y se cierra, y que el sistema hidráulico de las paredes sisea suavemente para empujar la losa hasta su sitio. No obstante, dejas la pluma y te vuelves hacia el recién llegado con una sonrisa.
───Espero que no esté muy ocupado, mon chéri───Dice Chamber, deslizándose en el espacio con los brazos cruzados a la espalda. Te apoyas en la mesa con la cabeza inclinada hacia un lado.
───Lo estoy, pero si lo haces rápido, puedo dedicarte unos minutos de mi tiempo───Respondes, con la esperanza de transmitir que no estás de humor para hablar, pero así es Chamber: al hombre le importa una mierda si estás de humor o no. Simplemente... habla. Y habla.
Es más que un poco molesto.
───Me preguntaba si...───Chamber se aclara la garganta y saca el brazo de detrás de la espalda. Sostiene un ramo de flores -lirios de tigre, si tuviera que adivinar- y lo extiende hacia usted───¿Te gustaría cenar conmigo alguna vez, Y/N? Tengo una botella de vino de los años cincuenta que creo que te gustará. O, si no te gusta el tinto, también tengo una selección de blancos y champanes. Lo que te guste, puedo conseguirlo.
