Adios, Zehra

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Zehra y Yagatay continuaban su feliz noviazgo en medio del auspicio de ambas familias, porque los padres de ambos eran socios en la empresa Argun; pero para mala suerte de la joven, Kumru Yildirim también se apasionó por el muchacho y lo mismo sucedió con Cansu, la hijastra del señor Hassan Ali Kuyucu. Kumru le hizo creer a Cansu que la ayudaría a conquistar a Yagatay y le proporcionó un arma para que asuste a Zehra.

El día que Zehra se comprometió con Yagatay apareció la hijastra de Hassan Ali, blandiendo un revólver. Los hombres de seguridad la detuvieron y quitaron el arma, pero en el forcejeo se disparó accidentalmente, hiriendo levemente a Yildiz en un brazo. Una llamada supuestamente anónima había alertado al equipo de seguridad para que capturen a Cansu, pero la había hecho Kumru.

Kumru decidió cambiar de planes y aprovechando que ambas tenían que verse por la sociedad de sus padres, se acercó a Zehra para luego hacerla sentir mal y humillarla todo el tiempo.

– Zehra ¿acaso no te das cuenta que Yagatay está contigo por lástima? No eres más que una tonta que se cree todo lo que le dicen. Todos nos reímos de ti y de tu estupidez.

– Eso no es verdad, Yagatay me ama y yo a él.

– A Yagatay tan solo le interesas por las acciones de la empresa; eres tan ingenua...

– No es cierto – Zehra empezó a llorar.

– Realmente nadie te quiere, hasta tu padre te desprecia y ni siquiera tienes una madre. Solo tuviste madrastras.

Zehra continuaba llorando mientras se tapaba los oídos –Basta Kumru, cállate.

– Si no quieres creer lo que te digo, allá tú; pero ¿sabes qué? hazle un favor al mundo y desaparece.

Zehra salió de las instalaciones de la empresa llorando desesperada y corriendo sin un rumbo fijo, hasta que llegó a una tienda y pidió varias botellas de licor, las que fuesen. Se fue a un parque cercano y extrajo varias pastillas de su bolso, porque últimamente había tenido problemas para dormir, y sin darse cuenta se las tomó mezclándolas con el alcohol. Pero precisamente cuando perdía la conciencia y se desplomaba producto de la intoxicación aguda, alguien llegó corriendo en su ayuda y llamó a una ambulancia, la acompañó hasta que la dejó en buenas manos dentro del hospital y encargó avisar a sus familiares para desaparecer después. Evidentemente era una persona que no quería ser reconocida.

Zehra ya había presentado serios problemas de alcoholismo cuándo empezaron sus decepciones amorosas con dos matrimonios fallidos y después cuando su padre cayó en desgracia perdiendo la empresa y hasta la mansión donde vivían. Al ser pobres ella no pudo soportarlo y empezó a beber para olvidar su situación, a la vez que actuaba como una niña mimada y caprichosa. Ella jamás pensó suicidarse, solo quería olvidar sus problemas y huir de la realidad; era algo que la caracterizaba, siendo siempre una persona temerosa frente al mundo a pesar de su alegría y desenfado.

– ¿Parientes de la señorita Zehra Argun?

– Yo soy su padre.

– Su hija ha caído en un coma etílico. Tiene ausencia de reflejos, dilatación de pupilas, presión arterial muy baja e hipotermia.

– Pero, doctor ¿se va a recuperar? –preguntó Halit angustiado.

– La señorita Argun necesita ser intubada.

– ¿Por qué?

– Presenta fallas en el sistema respiratorio, esto significa que no tiene reflejos que le ayuden a respirar por sí misma. Además, según los estudios, no había ingerido alimentos desde hacía varias horas. Entonces el daño del alcohol fue considerable en su organismo y especialmente en el hígado.

Es mejor que vuelvan a casa, ahora no pueden ayudarla. Nosotros haremos todo lo posible.

Horas después, en el hospital, Zehra se estaba rindiendo.

Esa última noche Halit soñó con su primera esposa, Müzeyyen.

– ¡Mi querida Müzeyyen! ¿Por qué estás aquí?

– Halit, no cumpliste tu promesa, no cuidaste de nuestra hija.

– Pero hice todo por ella, asistió a los mejores colegios, viajó por el mundo, ha llevado una vida sin preocupaciones...

– ¿Y crees que eso fue suficiente? Nunca te perdonaré que nuestra hija haya sufrido tanto con tu desprecio y humillaciones. Siempre la hiciste sentir muy tonta, te burlabas de su torpeza, de las cosas que decía. Zehra intentaba complacerte y que estuvieras orgulloso de ella, pero lamentablemente nunca lo consiguió. Le gritabas y le decías que no parecía una Argun ¿Cómo crees que se sentía mi pobre niña?

– Lo sé, pero ahora he cambiado.

– Tú la volviste una mujer temerosa, torpe, dependiente, no aprendió a defenderse en la vida ni a trabajar porque la tenías en una jaula de oro, en una burbuja. Si al menos la hubieras tratado bien... pero ni siquiera eso pudiste hacer por ella. Entiendo que después de mi muerte hayas vuelto a casarte, yo no quería que mi hija se quede sin una madre, pero después tus romances y amantes le afectaron mucho y la volvieron insegura: la convirtieron en una chica que solo buscaba que la amen de la manera que sea. Quería agradar a los demás, y eso la llevó a la soledad.

– Cuando te fuiste yo era muy joven, no sabía cómo reaccionar y quizá me desquité con Zehra porque me recordaba tanto a ti. Perdóname.

– Es muy tarde, Halit; Zehra ya no te pertenece, ella estará bien conmigo. Desde hace más de 30 años ella necesita a su madre ¿Creíste que ser solo un proveedor te convertiría en un buen padre? Para tus demás hijos quizá lo fuiste, pero no para la nuestra.

– Te la llevas cuando ya estoy enfermo y soy un hombre mayor; aunque no lo creas, yo amo a nuestra hija.

– No la mereces. Debes soltarla.

Pecado original / Fruto prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora