una manada rota.

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Pov Enid.

Estaba en el auto con mis padres y mis cinco hermanos, estaba bastante sofocada, no había mucho espacio ni siquiera para respirar.

Mis padres estaban más callados de lo habitual, mi madre ni siquiera me preguntó si ya me había enlobado o insinuar que fuera a un campamento para licantropos. Lo más extraño de todo esto es que mis hermanos estaban igual, pensativos y solo los dos más chicos estaban jugueteando.

Mi madre me veía de reojo mientras que mi padre se dedicaba a manejar, creí que sería animado el ambiente como en otras ocasiones pero nadie se esforzaba por hacer el regreso a casa un momento agradable.

–¿Qué les sucede? ¿Por qué no han dicho nada? Hacen que me sienta... Rara– Mi padre me miró por el retrovisor y volvió a dirigir su vista al camino.

Un silencio se hizo en el auto, ni siquiera mis hermanitos jugaban ahora. Mamá me miró de reojo y suspiró, algo no estaba bien y no querían decírmelo. Tampoco era como que yo estuviera muy animada, el Hyde fue derrotado, casi pierdo a mi mejor amiga y el maldito Tyler me dejó mascada la cara con sus asquerosas garras, quería llorar y esconderme.

Decidí mirar por la ventana y concentrarme en la vista, mis hermanitos no volvieron a hacer ningún ruido en todo el camino. Estábamos a punto de llegar a San Francisco, pero se me hizo muy extraño que en lugar de ir por dónde siempre, nos estuviéramos dirigiendo al bosque.

–Enid... Tenemos que hablar – mi madre me miró por el retrovisor. –Surgieron... Contratiempos con la manada.– abrí los ojos como platos y me reincorporé en el asiento.

–Por dios que paso, ¿todos están bien?– dije preocupada.

De cierta forma lo hacía, aunque mi manada fuera cruel conmigo, al ser la única que no se había enlobado en la manada era objeto de burlas y humillaciones. Pero aún así me preocupaba por ellos, al final del día era mi manada y para un lobo su manada es muy importante... A pesar de que sean los primeros en lastimarte de alguna forma.

–Estamos bien Enid, solo que ya no tenemos un alfa...– mi madre dudó y soltó aire. –Tenemos dos ahora– Fruncí el ceño, eso era imposible, siempre era el Alfa y su Omega, que demonios había pasado para que ahora hubieran dos alfas gobernando, era imposible. – Nuestro Alfa y su Omega fueron asesinados en combate al mismo tiempo... A los demás los dejaron vivir– la mirada de mamá era triste.

Y como no iba a estarlo, habían matado a la Omega con la que más chismes se contaba mi madre. Estaba en shock, no conocía a los nuevos alfas y si traían a varios integrantes a la manada eso solo significaba una cosa... Más burlas y humillaciones para mí por ser la última loba en enlobar.

–Tenemos que presentarte ante los alfas, nos dijeron que a pesar de que a tu edad ya deberías de haber enlobado te permitirían seguro en la manada y ser parte de ella, aunque eso signifique que nunca te enlobes... – dijo mi madre con un típico tono de decepción en su voz.

Ese comentario me dolió mucho, mi madre no me creía capaz de hacer absolutamente nada, apreté los puños para contenerme y no responderle mal, no era el momento de discutir, sobretodo si la manada había cambiado de alfa.

Para los licantropos perder a su alfa y obtener uno nuevo puede ser bueno o malo, para nosotros era malo, teníamos libertad e independencia con el antiguo Alfa y el tener a dos significaba nuevas reglas, nuevas jerarquías y posibles muertes.

–¿Por qué no los emboscaron antes de que llegaran al territorio de la manada?– pregunté para desviar el tema de mi enlobamiento.

Claro que ya podía enlobarme, pero se los demostraría en la siguiente luna llena, aunque no se que suceda si estos invasores están liderando la manada ahora.

El Corazón De La Noche | Enid x tú (G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora