El Dragón Homunculo vs El Lobo

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El Imperio De Sigmar / Ducado de Middenhein

Fue la joven ordeñadora quien primero los vio.

Era un anochecer de primavera, un mes después de Mitterfruhl. El cielo parecía un mármol azul oscuro y las estrellas habían comenzado a brillar; había miles de ellas, pulidas y destellantes en el firmamento.

La familia Ganmark había gobernado durante dieciséis generaciones la ciudad fronteriza de Linz, un centro comercial de ganado situado en el linde del Drakwald.

Doscientos años antes, el Margrave en funciones había establecido la casa solariega al borde del lago largo, a cinco kilómetros de la población.

La casa solariega constaba de una hermosa morada con tierras de cultivo contiguas, un parque y espléndidas vistas sobre el oscuro verdor del Drakwald hacia el este.

A Lenya, la joven ordeñadora, le gustaba trabajar allí. El trabajo era tan duro como lo había sido en la pequeña granja de su padre, pero trabajar en la casa solariega, vivir en ella, era casi como morar en el palacio del Graf, en la lejana Middenheim.

Le daba la impresión de que estaba prosperando. Su padre siempre había dicho que sería uno de sus hermanos mayores quien se convertiría en alguien, pero allí estaba ella, la última de los hijos, la única chica, trabajando en la casa del Margrave; muchísimas gracias.

Tenía un camastro de paja en el ala de la servidumbre y la comida era siempre abundante. Sólo contaba diecisiete años, pero eran buenos con ella: el cocinero, el mayordomo, todos los sirvientes superiores; incluso el Margrave le había sonreído una vez. Sus deberes eran sencillos: por la mañana, recogía los huevos y, por la noche, se ocupaba de ordeñar las vacas.

Entre ambas tareas, lustraba, limpiaba, fregaba, pelaba o cortaba todo lo que le mandaban.

Le gustaba ordeñar por la noche, especialmente en esa época del año.

El cielo de primavera estaba tan límpido y las estrellas eran..., bueno, perfectas.

Su madre siempre le había dicho que contara las estrellas cuando pudiera, para asegurarse de que estaban todas allí.

Si una estrella antigua se apagaba, con total seguridad sobrevendría la mala suerte.

Mientras atravesaba el patio de los establos hacia la vaquería, advirtió que esa noche parecía haber más estrellas de lo habitual, como las pintas de los huevos o las destellantes burbujas en el borde del cubo de leche.

Eran muchísimas..., y aquella azul, tan hermosa, cerca del horizonte...

Estrellas nuevas; sin duda, una buena señal, ¿verdad? Y entonces vio otras estrellas nuevas en la línea de árboles que dominaba la casa solariega. Eran estrellas ardientes como ojos, como...

Lenya dejó caer el cubo. Se dio cuenta de que eran antorchas, antorchas llameantes que sujetaban en alto los negros puños acorazados de tres docenas de guerreros a caballo.

En el preciso momento en que se dio cuenta de eso, los jinetes comenzaron a galopar en una atronadora carga ladera abajo, hacia la casa solariega.

Parecía que se movían como si formaran parte de la oscuridad, como si la noche ondulara, como si estuviesen hechos de humo. En el aire había un aroma fuerte y dulce, pero seco como el polvo.

La muchacha profirió un breve grito de sorpresa y confusión. Luego, vio las otras estrellas, más pequeñas... Eran los fuegos que ardían tras las viseras de color negro mate y en las cuencas de los ojos de los coléricos caballos infernales.

Entonces ocurrió una masacre ....

Entonces ocurrió una masacre

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Los viajes del santo y el dragón: Fate Apocrypha Donde viven las historias. Descúbrelo ahora