pájaro sin vuelo II markhyuck II

xiv

Donghyuck se está riendo.

Jeno le sonríe, con los ojos curvados en forma de media luna, mientras Jaemin, con el tobillo enganchado al taburete de Jeno, mira al techo, fingiendo, como siempre, estar por encima de todo.

Mark deja pasar a la multitud, entrecierra los ojos entre los coches rodantes e intenta por todos los medios no parecer un asqueroso mientras observa a Donghyuck desde el otro lado de la calle.

No se atreve a volver.

Dios sabe qué nuevo horror hará caer sobre sus cabezas esta vez. No hay lugar para errores. Otra vez no.

Mark contempla la curvatura del cuello de Donghyuck, los lunares salpicados de caramelo claro, el mechón de pelo echado hacia atrás desde la frente, la curva de su boca, rosada y perfecta, y se marcha.

🕷

Llega el 31 de diciembre y Mark se niega a dejarse llevar.

No tiene dónde estar y resignarse a estudiar hoy le parece la opción más deprimente, así que se pone la máscara y sale justo cuando el sol empieza a ponerse.

El mundo entero está de fiesta, por supuesto. No tienen nada que temer, hoy no. El año está a punto de pasar y se lleva con él a todos los monstruos, supervillanos y amenazas a su propia existencia. Todas las personas perdidas han vuelto y esta noche, sólo por esta noche, se siente como si los últimos 5 años nunca hubieran sucedido. Mark pasa por Times Square, mira a la multitud y desea ser como ellos.

Sus patrullas son prácticamente inútiles: nadie va a vagar por las calles esta noche, nadie corre peligro de ser atracado o algo peor. En Tribeca hay mucho ruido, en Chinatown aún más, y Mark se debate brevemente entre la multitud para disfrutar de los fuegos artificiales, pero su telaraña se engancha en el edificio de al lado y desaparece antes de que pueda decidirse.

Sube, sube, sube, pasando bloques tras bloques, con el viento rugiéndole en los oídos, los hilos de la capucha agitándose en su cara, picándole las mejillas. El aire helado se cuela por las rendijas de su ropa y hace ondear la sudadera. La resistencia reduce drásticamente su velocidad, pero a Mark no le importa. Se siente casi en paz. Se siente casi bien-

Un grito de rabia le rebota en la oreja y Mark pilla la siguiente telaraña, deteniéndose de golpe contra un rascacielos con los pies apoyados en el edificio, mirando rápidamente a su alrededor. Otro gruñido de rabia suena a su derecha y Mark despega, zigzagueando entre los edificios antes de perder el origen del sonido.

Está en algún lugar del Upper East Side, se da cuenta mientras derrapa sobre los tejados, siguiendo las discusiones cada vez más fuertes.

— Dame la bolsa y saldrás con vida —

Mark se detiene tartamudeando, raspándose las rodillas contra el cemento y apoyándose en el alféizar del tejado. Está viendo un atraco muy evidente, una persona acorralada contra la pared de enfrente con una pistola apuntándole a la cara. Mark se levanta la manga para disparar una telaraña, pero...

— Debes de estar bromeando — se burla. El hombre sacude la cabeza, con el pelo lavanda brillante destacando incluso en la penumbra — Esta bolsa vale más que tu vida. No te la voy a dar así como así —

La confusión del asaltante es visible y Mark tiene que apretar los labios para evitar que se le escape una carcajada incrédula. ¿Lo dice en serio?

— No juegues conmigo, joder — le advierte el asaltante, apuntándole a la cara con la pistola — No bromeo, mocoso, te mataré —