Primer encuentro: El más fuerte.

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Advertencia: Palabras y acciones violentas. No lo intenten, no lo hagan, no es bueno.



" La muerte es sólo un niño de cara triste
un niño sin motivo, sin miedo, sin fervor
un pobre niño viejo que se parece a Dios. "

— Extracto de "Más o menos la muerte", de Mario Benedetti.


La mañana quema. La luz hace que sus ojos ardan nuevamente. Suspira pesado, exhausto. No había podido conciliar sueño, siendo ésta una noche más sin lograrlo.

El molesto tic de hace días se mantiene impoluto, no encontraba manera de deshacerse de ello. Irritado, sonríe a duras penas, frotando con insistencia para calmar los espamos sobre su párpado derecho y así enfocar un poco su visión aturdida.

Se hace consciente respecto al canto de las aves afuera, un pequeño recordatorio sobre que ya debe ir alistándose para recibir clases. Justo ayer había sido incorporada una chica, misma que ahora sería su compañera; no hablaron absolutamente nada, e incluso hoy, ya no recordaba su nombre.

Da un pequeño quejido por lo bajo al levantarse, reparando en sus extremidades marcadas por el tejido del tatami cubriendo el suelo. Da algunos pasos hasta detenerse frente a su reflejo sobre aquel espejo, amplio y circular en su habitación, la cual es más grande de lo necesario y poco amueblada.

— Supongo que el azul no me sienta nada mal... —Murmura sarcástico, sabía que tendría las mismas ojeras de siempre—.

Hambre. Eso sí tenía. E imaginemos éste sentimiento lleno de ataduras y condiciones. Posee un paladar particular, y eso le irritaba incluso hasta sí mismo. Pero sí, diariamente descubría cosas nuevas por las que sentir aversión. O probablemente nada le generaba apetito, no quería comer nada.

— Satoru, te quiero en quince en la entrada. No es una petición, es una orden —Peina sus cabellos y camina directo al baño tras escuchar a Yaga fuera de su puerta, siempre puntual. Desayunar no sería opción, supone—.

El dolor clavado en su espalda baja era infernal, solo aminorando su intensidad cada que se dedicaba esos efímeros diez minutos en la tina. Diez minutos donde se dice a sí mismo que es un inútil por no haber podido avanzar con su técnica, desactivándola. Solo existía la paz en su mente cuando sumerge los cabellos por completo en el agua tibia, siendo obligado a flexionar sus rodillas al ser tan alto. Tras salir del momento más feliz en su vida, siempre se vestía en silencio y sin olvidarse de algún par de lentes oscuros para cubrir parte de aquellas bolsas bajo sus ojos.

• • •

— Ya no estás solo, Satoru... Debes aprender a trabajar en equipo —Yaga le da la espalda, cruzado de brazos. Guarda silencio, pero el chico de cabellos blancos se mantiene a raya. No deseaba comentar nada— Ellos pueden ayudarte con tu técnica, pero debes poner de tu parte.

— No entiendo por qué sigue repitiendo "ellos" —Cambia de tema. Odiaba saber que aunque lo intentara, sus prácticas no daban fruto—.

— Conociste a Shoko, agradezco que ella sí tuviera una reacción decente sobre ti... No le impresionaste. Por lo que tengo altas expectativas en que al menos intentes llevarte con ella... Está aplicada en la medicina, por lo que no dudes en serle de ayuda en sus investigaciones —Su profesor le encara, con la misma postura rígida tras guardar las manos en sus bolsillos— Además, tengo noticias.

𝗜𝗻𝗲𝘅𝗼𝗿𝗮𝗯𝗹𝗲. 「 SATOSUGU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora