— ¡Satoru! ¡Ya levántate! —Los fuertes golpes a su puerta hacen que se remueva con molestia. Yaga nuevamente, pero, ¿qué tan tarde podría ser para que se arme semejante escándalo?—.— ¡Ya voy! —Grita el de cabellos claros a duras penas—.
— ¡Son las nueve de la mañana, te quiero en la puerta para ayer! —Dice con dureza su profesor, cosa que alerta al de ojos celeste. ¡¿Nueve de la mañana?! Jamás había dormido hasta tan tarde, pero tampoco habían tardado tanto en irlo a levantar. Había algo fuera de lugar—.
Sin embargo, a pesar de su situación actual, no se sentía de mal humor. Se sentía descansado, e incluso con ganas de desayunar. Parpadeo algunas veces, impresionado y satisfecho. Así que ni siquiera protestó para sí mismo -como suele hacer cada mañana-.
Simplemente se vestiría y alistaría sin mayor reproche.
・・・
— Buenos días... — Le recibe cercano a la salida del recinto escolar aquel chico de cabellos negros. Suguru tenía la particularidad de siempre verse pulcro, se veía dormir bien y jamás saltarse una comida. Satoru secretamente admira eso, porque era impresionante que en él mismo, tarde o temprano para una misión, jamás logra verse de aquella manera—.
— Buenos días... ¿Y el viejo? —Pregunta el de cabellos blancos, sonriendo suave—.
— ¿Cuál viejo, Satoru? —Aquella voz grave a sus espaldas hace que se quede paralizado, tragando en seco y sudando algo frío. Era Yaga. El de ojos celeste le sonríe amplio a Suguru—.
— ¿Ah? ¡Ah! El viejo, no, no, creí ver un viejo... —Se excusa pobremente Satoru. Sacando la lengua un poco de manera cómica mientras rasca los vellos de su nuca—.
— ¿Sí, verdad? Un viejo... —Yaga dice burlón, obviamente no creía nada de ello. Hasta que en su campo de visión entra el actual director de la escuela técnica, Yoshinobu Gakuganji, aquel hombre mayor de edad, encorvado y perforado—.
— Yaga... ¿Éstos son los muchachos? —El hombre habla serio, casi como si fuera un tono despectivo. Satoru casi quiere estallar en carcajadas. Él se estaba inventando todo aquello, pero aquel hombre le salvó el pellejo. Yaga sabe que le suele decir así a los peces gordos, porque sí, él consideraba a aquel vejestorio como uno. Satoru baja la mirada hacia al suelo, acercándose hacia Suguru. Que también quería estallar en risas por aquella casualidad, pero este lo disimula mejor que el de lentes de sol—.
— Sí, director. No tengo duda de que ellos pueden resolver el pequeño percance de hoy —Su profesor se muestra serio, pero internamente Satoru sabe que él también teme ser llamado la atención por la conversación. Así que desvía la mirada hacia su compañero—.
— No comiste nada, supongo... —Dice Suguru, mostrándose sereno y sin apartar la mirada de los dos mayores. Quienes siguieron discutiendo la misión—.
— ¿Qué comes que adivinas? —Cuestiona sonriendo ladino el de cabellos blancos, sin mover la mirada del rostro de su compañero—.
— El desayuno... —Sonríe entonces el de cabellos negros. Suguru ahora conecta su mirada con la de su compañero. Siempre se ha caracterizado por levantar temprano, beber café y estirar, además de desayunar— Si todo sale bien, te invito el desayuno... ¿Qué dices?
La pregunta hace que el del clan Gojo amplíe la sonrisa, y asienta— Trato hecho...
— Eso sí... Ni te pienses que vamos a estar todo el día allí ¿Eh? —Suguru lo dice para generarle choque a Satoru. No había practicado absolutamente nada, ya que a penas ayer se había discutido sus peculiaridades—.
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𝗜𝗻𝗲𝘅𝗼𝗿𝗮𝗯𝗹𝗲. 「 SATOSUGU.
FanfictionOdio. Confusión. Bueno... Malo... Correcto e Incorrecto... El hechicero más fuerte contra su más grande enemigo, aquel que cobra vida solo cuando aquellos ojos, tan negros y profundos como la noche misma, se posan sobre su rostro. Una disputa contin...