Confidentes

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Suguru había despertado primero. Frotó su rostro con insistencia y luego suspiró, la habitación ya estaba inundada con rayos de luz de día. Debían exorcizar algunas maldiciones. Se estira en su lugar, exaltándose cuando uno de sus codos empuja suavemente uno de los costados del chico a su lado. El chamán de cabellos negros no quiso volverse a ver el rostro de Satoru. Simplemente sentía que no podía hacerlo.

— Buenos días, Suguru —La voz del chico de ojos azules sonaba bastante clara—.

— Pensé que estabas dormido... —Murmura el de cabellos largos, reuniendo el valor para enfrentarse al celeste de los orbes ajenos, haciéndolo despacio—.

— Me desperté hace un rato, pero no quería levantarte... —Satoru, tal cual un niño pequeño se arrastró hacia Suguru. Abrazándolo por la cintura y ocultando su rostro en uno de los hombros ajenos—.

El de cabellos negros respira profundo y recuesta con suavidad su cabeza de la contraria, sentía pequeñas cosquillas recorrerle en el área que suavemente Satoru sostiene.

— ¿Sí recuerdas todo... Lo de ayer? —La voz de Suguru era firme, pero sentía el rostro acalorado de tan solo recordarlo—.

Satoru asiente, sin apartar el rostro del hombro de su compañero.

— Lo siento —Dice entonces nuevamente Suguru—.

— ¿Por qué te disculpas? —Pregunta el de cabellos blancos entonces saliendo de su escondite— Yo... Yo sí quería hacer lo que hice... —El rostro del chamán del vacío infinito se enrojece, pero al notar sus propias palabras niega con frenetismo— ¡Pero y-ya no! —Murmura con nerviosismo—.

— ¿A qué te refieres? —El de cabellos largos sonríe hacia el contrario, divertido por las reacciones exageradas por parte de Satoru— ¿Dices que... Ahora que estas sobrio y me ves, no quieres besarme?

Esa pregunta hizo que el corazón del peliblanco se arrugara y saltara en su pecho. Este mismo se quedó observando el rostro ajeno, relamiendo sus propios labios por inercia al ver los contrarios y luego niega una vez más cuando ve a Suguru a los ojos.

— No quiero... —Y en estos momentos no sabe si dice verdad o mentira. Estaba confundido. Pero Suguru era su amigo, y quería que siguiera siendo su amigo. Le daba miedo perderlo, así no fuera mucho. No podía dañar lo único que, por ahora, lo hacía sentir vivo— ¿Y tú?

— Pues, a ver... —Ahora es el zabache quien se mantiene examinando el rostro contrario. Maldiciendo mentalmente los labios de Satoru. ¿Por qué tenían que ser tan rosados? Chasquea su lengua y ahora se fija en sus ojos y en sus largas pestañas. Definitivamente lo haría, pero no podía decirle eso. Se sentía mal, se sentía como corromper la inocencia de alguien que se siente perfectamente como un niño. Quería ser su amigo, un buen amigo— No... No siento en lo más mínimo el deseo de besarte, Satoru...

Ambos se miraron, Satoru le sonríe con sinceridad. Su brazo sigue sobre la cintura de Suguru, como si tuviera miedo a que fuera a desaparecer y así podría atraparlo.

— ¿Entonces ahora es nuestro secreto? —Satoru decide apartar con suavidad su brazo—.

— Ni una palabra de lo que pasó a nadie ¿Sí? —El de ojos rasgados le acerca su mano a Satoru, mostrándole su meñique— Ahora somos confidentes, ¿qué te parece, Satoru?

El mencionado sonríe y comienza a asentir, entrelazando su meñique con el otro— Mi boca estará sellada... Por cierto, ¿tú me limpiaste? —El de ojos claros enarca una ceja, sonriendo ahora con malicia—.

— Ay, ya vas a empezar —Suguru bufa y se vuelve hacia el otro lado, casi girando sus ojos al cielo—.

— Qué buen amigo eres, Suguru —Satoru ríe de nuevo con malicia, lo quería molestar tan solo un poquito, abrazándolo y frotando su mejilla contra la ajena. Suguru comienza a reír y lo aparta—.

𝗜𝗻𝗲𝘅𝗼𝗿𝗮𝗯𝗹𝗲. 「 SATOSUGU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora