La Pijamada

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Advertencia: Contenido explícito y para mayores de edad en este capítulo.


"Llénate de mí, ansíame, agótame, viérteme, sacrfícame..."

-Pablo Neruda.

Se había examinado el rostro por décima vez frente al espejo, había desaparecido toda señal de aquella maldición que había consumido por la tarde. Al no tener a nadie a quien consultar si aquella reacción había sido normal o no, ya que era el único hechicero de su familia, trató de aclarar su mente y simplemente dedicarse a ordenar su habitación. Había quedado más o menos vuelta un desastre desde la noche en que Satoru compró todas aquellas hamburguesas, no había estado lo suficiente en la escuela como para darle orden al pequeño espacio que conforma su habitación. Una vez todo estuvo más presentable se dejó caer sobre la cama, suspirando y sonriendo, no se comprendía del todo. Lo ocurrido en el tren aún le traía pequeñas risas de picardía, había algo extraño dentro de él que no podía contener al verle el rostro a quien durante muchos años de búsqueda podría ahora reconocer como un mejor amigo. 

Satoru, entre tanta gente que ha sido parte de su vida, durante la primaria y parte de lo que vivió en aquel internado, nadie se comparaba a lo que Satoru estaba haciendo con él. Todo era divertido, todo era minúsculo e insignificante. Frunce el ceño repentinamente, había recordado que no había escrito a sus padres, tendría que hacerlo. De alguna manera, extrañaba a su madre, pero eran tan pocos los momentos que habían pasado juntos que comenzaba a preguntarse si le enviaba algo de dinero por cariño o porque quería sentir que así al menos sería amado por ella; por ellos. Chasquea la lengua y se da vuelta, viendo hacia el televisor, se puso a pensar un poco y a imaginarse de nuevo a sí mismo de chico, en cómo era su vida antes, pero en vez de ver a la chica que fue "su primera novia" y aquellos falsos grupos de amigos, en su mente se forjó la clara imagen de Satoru de niño, ¿cómo se vería? Seguro era el quíntuple de cascarrabias, se imaginaba que tenía aquellos orbes celeste gigantes e imponentes, adorables. ¿Qué males pudieron hacerle a un chico como él para que estuviera así de resentido antes? 

Una cosa lleva a otra y entre divagaciones en su mente, piensa repentinamente en los sonidos que hoy tuvo el deleite de escuchar. Su cuerpo sufre un escalofrío y suspira, ya era tarde, no debía estar pensando en ese tipo de cosas, pero inevitablemente lo hacía y lo revivía, chasquea la lengua y cubre su rostro. ¿Era gay? Después de todo lo hecho con Satoru, probablemente todo indica que sí, pero lo descartaría por momentos. No se pondría a pensar en algo tan complejo justo ahora, no cuando estaba dando lo mejor de sí para que su cuerpo no hiciera de las suyas.

— ¡Suguru, despierta! —Y hablando del rey de roma, el chico de cabellos nieve hace su intromisión repentina en su habitación— ¿No te dormiste, cierto? No seas abuela, me prometiste ver una película.

— Número uno, no te prometí nada y número dos, hola —Suguru por si a las dudas se cubre con una almohada la entrepierna, estaba usando el pijama usual, camiseta y pantalones de algodón, por lo que sería fácil que resulte visible cualquier pequeño problema relacionado con aquella área—.

— ¿Y esa cara, te pellizcó la nalga alguna maldición? —Satoru se burla mientras se deja caer a un lado del azabache en la cama del mismo, el albino vestía unos pantalones deportivos azul oscuro junto a una camiseta de la misma tela, algodón, para dormir, claramente—.

— Cállate, tú tampoco te ves espléndido —Mentía, Satoru se veía, dentro de lo cabe, sano y descansado; al menos el día de hoy fue así— ¿Y entonces? ¿Qué quieres ver?

— Uhm, no lo sé... El otro día la peli la elegí yo, deberías elegir una tú... —Satoru se puso a examinar cada cosa en la cómoda cercana a la cama de Suguru, ojeando sus cartuchos de juegos o mangas, algunas que otras pequeñas figuras de acción coleccionables de ciertas caricaturas populares, había inclusive libros de filosofía y matemáticas varias. Suguru es extraño, piensa de primera, pero luego cambia y termina optando por considerar a Suguru un ser humano increíble. Mientras era un punk problemático, leía y estudiaba, aún cuando estuviera cansado—.

𝗜𝗻𝗲𝘅𝗼𝗿𝗮𝗯𝗹𝗲. 「 SATOSUGU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora