Capítulo 5

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—Spreen, escucha... —intentó. No tenía ninguna poción a mano y a estas alturas, quizá sería inútil. Incluso si su olfato era común, hasta él podía percibir el aroma que desprendía el híbrido.

Había entrado en celo. ¡En el peor momento!

—Spreen, calma... Se fueron. —intentó —No hay nadie en tu espacio ahora... Solo yo.

El oso, casi completamente transformado en su forma animal, ladeó la cabeza aún hallándose en dos patas, como preguntando al hechicero.

—No te preocupes, ya nadie ocupará tu territorio, ¿está bien? —continuó, con la voz más suave y menos nerviosa que podía lograr en su completo pánico, pensando seriamente en salir volando. Al menos tenía esa opción, aunque podía fallarle de hallarse tan nervioso como estaba.

El oso negro pareció comprender lo que intentaba decirle, volviéndose a cuatro patas, dejando toda su altura imponente, viéndose más como un oso normal. Juan, al borde del terror absoluto, no pudo evitar pensar en lo tierno que se veía el híbrido así. Jamás pensó que tendría el privilegio de ver su forma animal, pero ahí estaba Spreen, transformado casi por completo, con su gorra de pescador siendo el único atisbo de su forma híbrida habitual.

Sin esperarlo, el oso empezó a empujar con su ocico suavemente al hechicero, instándolo a seguirle. Juan entendió rápido el mensaje y si bien la situación anterior y la transformación de Spreen lo mantenía en un hilo, decidió seguirle con el pensamiento en su cabeza de que podría controlar cualquier situación que se le presentase.

El oso negro caminó a través de los pasillos y las escaleras del santuario, con tanta naturalidad que parecía su propio espacio, dirigiéndose a la habitación, que permanecía tal cual la habían abandonado aquella mañana, con las sábanas desordenadas de su cama deshecha y el saco del híbrido en una esquina junto a las pertenencias de éste. Sin embargo, contrario a lo que creyó Juan, para su completa sorpresa y nerviosismo, el oso se ubicó a sí mismo sobre la colcha de su cama, ocupando gran parte del espacio y mirándole fijamente con sus ojos platinados oscurecidos, esperando que el otro entendiese el mensaje.

—¿quieres que me recueste contigo? —Juan preguntó. Rozaba lo obvio, pero nuevamente, Spreen no era una persona con la que platicase habitualmente, y no conocía a su animal interno. Todo esto era nuevo para él, por más conocimientos que tuviese.

En respuesta, Spreen en su forma de oso descendió su hocico hasta la colcha, para indicarle el espacio a su lado de la cama. El mensaje era más claro; sí.

—Es-está bien... —el hechicero se quitó los zapatos para sentarse al lado del otro, con el pelaje de éste rozándole la piel gracias al espacio reducido. Era un cosquilleo agradable si no consideraba su miedo al animal a su lado, un animal enorme que con solo sus fauces podía fácilmente matarlo.

Juan sintió como el pelaje presionaba un poco más su piel, y al voltear a verle, se dio cuenta de que la cabeza del animal estaba recostándose como podía sobre su costado.

—¿P-puedo tocarte el pelaje? —cuestionó, movido más por su propio sentimiento y sin pensar claramente, enternecido por la suavidad de éste. Los ojos del oso parpadearon lento hacia él, en una aceptación tácita. —Es suave...

Los dedos del castaño se colaron en el pelaje, empezando a recorrer la parte tras las orejas acariciando calmado, sintiendo pequeños gruñidos de satisfacción en respuesta a su tacto. Juan tuvo tiempo para asimilar la diferencia entre el cabello crespo habitual del empresario, y el liso, pero suave de su pelaje como oso, incluso si mantenía la misma tonalidad. Esto le pareció maravilloso por algún motivo, y sin siquiera quererlo o fijarse en ello, su cuerpo, antes tenso, se relajó visiblemente, con el oso recostándose cada vez más sobre él, aunque no lo suficiente para que su peso no fuera soportable. Y un detalle que solo Spreen logró notar fue el cambio en su aroma, acompañado de las caricias en su cabeza que lo hicieron dormitar.

El Bosque - SpruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora