Se han reunido en uno de los salones principales de la sede cuando el cielo ya enseña las primeras tonalidades del crepúsculo. Beatrice mira a través del ventanal mientras el fuego de la chimenea calienta la sala. Casi puede escuchar el viento, los lagos y las montañas filtrándose a través de la niebla que comienza a levantarse. El camino que da hacía el exterior está iluminado por el resplandor de las farolas, pero ella echa su vista más al fondo, a la cornisa desierta bajando por el camino de las rocas. Es la ruta más directa al lago. Pero gracias a la luna ya allá en lo alto, puede mantener la calma casi intacta mientras Ava, sentada con un cojín entre los brazos, vuelve a relatar la historia para las que no han estado presentes en la reunión con los cardenales enviados por el Vaticano. Ella hace un ejercicio de relajación y contención, incluso cuando percibe que Ava intenta saltarse los detalles más violentos y escabrosos, más íntimos y dolorosos y su voz se vuelve ronca y se quiebra. Entonces Beatrice tiene que cerrar los ojos, apretar la mandíbula y contar hasta diez porque intuye, o más bien, sabe, que los golpes que ha recibido, el maltrato que ha aguantado no es ni siquiera la mitad de lo que cuenta porque en su intención más humana, Ava trata de no verbalizar lo que sabe que podría dañar a las personas que se preocupan verdaderamente por ella. Quizás la verdad tiene la fuerza de las olas contra un asfalto envejecido por el paso de la gente y los años o quizás la grieta es mucho más grande de lo que quiere llegar a mostrar. Aún así, a Beatrice le atiza la culpa por no haber buscado más soluciones, por no haber cruzado el portal con ella, por no haberse quedado a su lado aunque a ella la matasen la primera.
«Déjame ir»
«Sé libre»
Pero la realidad es que la había enviado directa a una prisión.
Traga saliva a mitad del relato mientras las chicas que forman parte de su vida, sus amigas, sus hermanas, su familia, callan en el más absoluto respeto. Navegan, flotan e intentan no hundirse entre las palabras de Ava y puede percibir incluso mientras les da la espalda, que las pulsaciones de algunas de ellas se aceleran por el pánico del relato.
Beatrice no para de mirarla de reojo desde el otro lado de la sala. Casi le parece ver a Reya que flota alrededor de Ava, aparece por la espalda y deja caer los brazos rodeando su cuello en un intento por arrebatarle hasta el último aliento, tal y como había hecho el cardenal horas atrás. Un pinchazo le atiza el estómago y tiene que aguantar el tirón porque desde luego, no es su historia personal y no trata de apropiarse de esas vivencias de ningún modo.
Por suerte, Ava se ha recuperado de lo sucedido en la reunión, advierte, y vuelve a atacar con la misma artillería al relatar su historia. Salvo que ahora ella se siente como si hubiera leído su diario, aunque ni siquiera sea al completo.
Mientras Michael Salvius, sentado sobre el reposabrazos de uno de los sofás y con los brazos cruzados sobre el pecho aclara algunas dudas con Ava, ella se ve así misma en el reflejo del cristal agarrando de manera ansiosa la medalla de San Miguel que lleva colgando del cuello. Acaricia la figura del arcángel con la yema de los dedos al mismo tiempo que Yasmine aparece con una bandeja cargada de tés humeantes para calmar la tensión. Beatrice no sabe si ayudará, pero la sonrisa amable de la monja ya es suficiente incentivo como para coger la taza con los dedos y agradecerle el gesto.
Al cabo de un rato, cuando parte de la historia de Ava ha concluido, la sala se hunde en un silencio pesado y perturbador. Beatrice trata de ser inmune a ese tipo de tensión porque después de haber escuchado la verdad, sabe que todos comparten el mismo sentimiento de rabia, ira y culpa que en realidad, no les sirve para nada. Aún así, toma aire por la nariz y lo mantiene en la garganta durante unos instantes porque ella también se ha quedado de una pieza, porque de algún modo, el miedo a lo que pueda o no pasar la paraliza y porque además, la sombra de la amenaza que se proyecta desde la puerta ha crecido de una manera bestial tras el relato.

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SALMOS 34:14 (SEGUNDA PARTE)
FanfictionPRIMERA PARTE concluida en mi perfil: SALMOS 121:1 Es la primera y la última caja. Cuando aceptó compartir apartamento con Ava no imaginó que las cosas seguirían siendo tan idénticas al pasado. Pero si alguien o algo está tras el halo, también est...