Cuando llegue a casa, encuentro a Hannah tragándose un litro de lado frente al televisor. Se asusta al notar mi cara hinchada de desdicha, la cuchara cae dentro del envase y ella se pone de pie limpiándose las manos en la vieja camisa.—Pero, ¿qué pasó?—pregunta consternada.
Cierro la puerta de sopetón sintiendo los mil demonios subirme por la garganta.
—Se acabó, voy a deshacer ese maldito hechizo, Adrian Brier tuvo una oportunidad y la desperdició—me saco los tacones a patadas—. ¿Sabes lo que se atrevió hacer? Llegó esa mujer, la de las fotos en la web y le tocó el hombro, le preguntó cuándo llegaba su cita y él tuvo la audacia de no referirse a mí como su cita—me toco la cabeza tratando de no explotar—, ¡no le basta con toda la vergüenza que pasé estos años! Ni un embrujo es capaz de redimirlo y yo no perderé más tiempo dando todo por él.
Hannah aplaude aún con la confusión plasmada en las facciones. Me agacho a recoger los tacones, mis senos por poco saltan fuera del escote.
—Sí, ¡eso! ¡Bien! ¡Esa es mi amiga!—festeja con las manos en alto—. ¿Ya juntaste el dinero para pagarle a la bruja?
Un zapato cae estrepitosamente de mi mano. ¿Qué?
—¿De qué hablas? ¿Qué dinero?
Su rostro contorsiona en una mueca de preocupación absoluta.
—¡Tonta! Ha dicho que para ella es la única con el poder de deshacer el hechizo, ¿no lo recuerdas? Eso equivale a dinero, mucho dinero.
Una extraña sensación se extiende por mi pecho. ¿Cómo no recordaba ese pequeño detalle? Suelto ambos tacones de vuelta al piso. Era lo que faltaba.
—No tengo dinero, apenas me pagaron la quincena, pagué la renta y le envié a mamá...—me rasco la cabeza pensando en una segunda opción—. Tiene que haber una solución...
Si seguía ese hechizo activo y se desarrolla obsesivo y toda aquella parafernalia que dijo la hechicera, entonces el trabajo sería una tortura, ¿no? El señor Brier no tiene pinta de ser un maníaco, además calculando precios con la hechicera de al lado, esas hierbas no debieron ser las mejores, no debe ser un conjuro tan fuerte...
Hannah se fija en mi ensimismamiento, chasquea los dedos frente a mi cara.
—Busquemos en Youtube—propone, como si me contara un secreto—. Si hay tutoriales de cómo hervir un huevo, también de cómo romper un hechizo. Buscaré limón y sal.
Echo la cabeza a un lado.
—¿Para qué?
Ella se encoge de hombros.
—No sé, pero es lo único que tenemos—responde y echa a correr a la cocina.
La búsqueda arrojó ritual tras otro, pero en ninguno requerían del limón seco que sobraba en el refrigerador. Hannah lanza con rabia la pelota amarillenta a la basura, maldiciendo, al tiempo que anoto lo que necesito para deshacer el conjuro de amor.
Me asaltan un montón de advertencias, si no eres una bruja con conocimientos, ¡olvídalo! Es importante protegerte ante cualquier hechizo, presiona aquí para ir al apartado de protección, así que busca un hilo rojo, hazle siete nudos y una vez tengas el set up brujil preparado, menciona este mantra...
—Oye, Cora—Hannah me hace levantar la mirada de la libreta—. ¿Qué harás ahora? Sin hechizo ni ganas de verle la cara, ¿te quedarás ahí?
Bajo el bolígrafo. Verlo todos los días sería un jodido tormento, pensar en tener que agendar citas con otras mujeres que podrán tenerlo en su cama, en su corazón, me rompe en miles de pedazos.
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Hechizando Al Sr. Brier
Short StoryCora Adams ha trabajado por tres años para el magnate más codiciado de Nueva York, Adrian Brier, y dos de esos los ha pasado imaginando una épica historia de amor con él. Tras dar con un contacto involucrado en el mundo del esoterismo en su revista...