26. SI NO TE QUISIERA...

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Scylla entraba al local temblando y con un cúmulo de emociones por lo que acababa de pasar con Raelle, cuando fue interceptada por Ringo y Ben.

—El señor Darkhorse quiere verte.

El tono serio de Ben, hizo que la vaquera asintiera en silencio sin hacer preguntas. Caminó entre la gente flanqueada por los dos rudos hombres. Llegaron hasta el fondo del local y se detuvieron frente a una puerta de madera finamente tallada con detalles ecuestres. Ben la abrió y le hizo señas a Scylla para que entrara primero. La chica escudriñó la elegante oficina del dueño del Rodeo; los muebles eran de fina piel con un reluciente escritorio de cedro. Justo enfrente, había una vitrina con diversos trofeos y reconocimientos conseguidos en  actividades de Rodeo mismos que  la cabeza de un venado colgada en la pared parecía custodiar. El empresario estaba de pie, justo al lado de un minibar, fumando un puro mientras sostenía en su mano derecha un vaso de whisky.

—Scylla Ramshorn. Pasa, toma asiento.

Scylla obedeció y miró hacia atrás, dándose cuenta de que tanto Ben como Ringo se habían quedado de pie, con los brazos cruzados como si fueran un par de guardaespaldas a la espera de instrucciones. Se sentó tímidamente en una de las sillas frente al escritorio. El hombre se acercó lentamente, dando una calada a su puro.

—Antes que nada, quiero felicitarte por tu presentación. Estoy impresionado con tu talento como barrilera.

—Gracias, señor.

El hombre dejó el vaso de su bebida sobre el escritorio y se sentó mirando fijamente a Scylla.

—Este Rodeo es especial, como podrás darte cuenta.

—Sí, es algo diferente a los lugares en los cuales he estado.

—¿Desde cuándo eres barrilera?

—Desde los dieciséis.

—Impresionante. ¿En dónde has corrido?

—En varios lugares, pero principalmente en Kansas, Wyoming, Tucson y Texas.

—¿Cuál fue tú último Rodeo?

Scylla miró al hombre tratando de descifrar el por qué de su interés.

—Rodeo Country.

—Ah, claro. El Rodeo de Douglas Rodstand.

—Querrá decir, el Rodeo de Raelle Collar. El viejo Doug se lo vendió.

El hombre sonrió burlón y dio un sorbo a su bebida. —Claro. Edwin y su habilidad para los negocios.

—Es mérito de su hija. Ella lo consiguió, ¿acaso tiene algún problema con que una mujer sea la dueña de un Rodeo?

Ben tosió y Scylla entendió eso como una advertencia de que su tono de voz no era el adecuado, frente al jefe. El hombre la miró y dio una calada a su puro, soltando el humo lentamente sin dejar de mirar a la vaquera.

—¿Y por qué está la dueña de Rodeo Country aquí?

—Es un asunto personal.

—Un asunto personal, ¿eh?

—Sí... señor. Un asunto personal.

El hombre asintió y miró a sus vaqueros. Luego se enderezó y abrió el cajón de su escritorio, sacando de él un fajo de billetes que puso sobre la superficie frente a Scylla. Ella lo miró confundida.

—Siempre que un vaquero debuta en alguno de los espectáculos, recibe una compensación económica. Es como darle la bienvenida e incentivarlo. Por supuesto, también lo motiva a mantenerse con vida. Tómalo, te lo has ganado.

RODEO COUNTRY (Raylla)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora