2. LA JINETE

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DALLAS, TEXAS

El bar estaba concurrido, pero no era por "la hora feliz" o por algún evento especial; había una mesa con tres hombres y una mujer jugando póquer y apostando en grande. La chica, era una joven de 26 años, de cabello castaño no muy oscuro, la cual vestía ropa vaquera y un sombrero que le tapaba parte de su rostro; sostenía entre sus manos unas cuantas cartas que acomodaba con movimientos lentos. Levantó ligeramente la cabeza revelando unos hermosos y enigmáticos ojos azul mar.

—¿Suben la apuesta, caballeros?

Uno de los hombres miró sus cartas y movió la cabeza de forma negativa. —Yo paso.

La mujer miró a los otros dos hombres. —Muestra lo que tienes—, le dijo el hombre más joven.

Ella lo miró fijamente y puso una pila de billetes al centro. —Pago por ver.

El tipo movió la cabeza negativamente y arrojó sus cartas sobre la mesa con coraje; no era una buena mano.

La chica sonrió mirando al último hombre que sostenía sus cartas como un tesoro. —¿Qué tienes tú? —Dijo sosteniendo una intensa mirada. No cabía duda que tenía una personalidad intimidante.

—Una escalera. —El hombre en cuestión mostró sus cartas y la chica lo miró inexpresivamente. El tipo estaba seguro de que había ganado y se puso de pie para disponerse a juntar el dinero en medio de la mesa.

—No tan rápido, —dijo ella poniendo sus cartas sobre la mesa, sonriendo maliciosamente—, tengo Full.

El hombre la miró sorprendido al tiempo que la gente que estaba reunida especialmente para ver jugar a la astuta chica, gritaba victoriosa. Algunos de ellos hasta habían hecho apuestas a favor y en contra.

—¡Maldición!

La joven tenía una amplia sonrisa mientras recogía el dinero obtenido y lo guardaba muy bien en un desgastado morral. Estaba lista para retirarse del lugar después de una noche exitosa.

—¡Hey! quiero retarte a un duelo de póquer. —La joven vaquera levantó la cara, mirando al hombre que le hablaba, el cual escupió el tabaco que estaba masticando.

—Lo siento, tengo que irme. —Replicó dando un último trago de una botella de cerveza que no estaba segura de a quién le pertenecía.

—¿Será que tienes miedo?

—No. Sólo que ya fue suficiente para mi esta noche.

—Me dijeron que la gran barrilera Scylla Ramshorn nunca se negaba a un duelo de póquer, ¿es eso verdad?

Scylla levantó la mirada al escuchar su nombre y soltó su morral sobre la mesa. —¿Cómo te llamas?

—Antelmo Pérez.

—Te advierto, Antelmo que tengo en este morral mucho dinero, así que espero que estés a la altura de mi apuesta.

—Lo estoy. Tengo esto. —Dijo colocando unos papeles al lado del morral de dinero. Scylla los tomó para darles una rápida leída.

—"Rodeo Country" ¿Qué diablos es esto?

—Las escrituras de un rodeo que tiene el mejor espectáculo musical de Houston a cargo de una hermosa vaquerita.

—Nunca lo había escuchado. Pero bueno. ¿Esto es toda tu apuesta?, ¿las escrituras de un rodeo?

—El mejor rodeo.

—¿Y quién es Douglas Rostand? —Scylla leía con detenimiento las escrituras.

—El anterior dueño, él me lo vendió. Ahí está la firma de cesión de derechos que indica que me pertenece.

RODEO COUNTRY (Raylla)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora