No Creas en Todo lo que Ves

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Akram era demasiado amable

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Akram era demasiado amable. Tenía ese tono paternal que le recordaba a Noah, pero, además, poseía una mirada especial que le recordaba a Kamal. De esas que pareciera que sabía todo de ella con solo verla a los ojos.

Akram la llevó por un pasillo largo a una gran habitación llena de libros desparramados sobre un escritorio y el suelo.

—Amante de la lectura —señaló con gracia. Recogió algunos ejemplares y despejó unas butacas. Al cabo de un rato alzó un teléfono que estaba en la pared y dijo algo en francés.

Mientras lo miraba trabajar ordenando los libros y un montón de papeles, Robin no evitaba preguntarse cómo era que nadie reaccionaba con su tremenda altura.

Es que no era posible que si estaba ante uno de los hombres más ricos del planeta nadie hablara de ello.

—Sé lo que estás pensando, y ya tendrás tus respuestas.

—¿Lo sabe? —cuestionó ella, dudando. No podía saber si le estaba tomando el pelo. Si tenía el mismo sentido del humor que su madre, podía esperarse una sarta de bromas que no le sabrían bien. Mucho menos ante la situación disparatada en la que se encontraba.

Akram despejó el escritorio y le ofreció sentarse en una cómoda butaca. Él se sentó frente a ella. Robin no comprendía cómo cabía en la silla. Pero parecía estar cómodo.

—¿Qué son todos estos libros? —Preguntó con franca curiosidad. Eran muchos tomos, muchos títulos y aparentemente en muchos idiomas.

Akram sonrió.

—Novelas, leyendas, mitos, investigaciones, biografías, hay varios de alquimia y metafísica. Muchos los escribieron mis antepasados —abrió la mano con la palma hacia arriba haciendo un barrido parsimonioso, como si presentara una orquesta—. En ficción, mis favoritos son los de Conan Doyle, pero Agatha Christie tiene un lugar en mi corazón. Y debo decir que me he llevé una grata sorpresa con Harry Potter y Los Juegos del Hambre —Robin soltó una risa nasal.

—Mi favorito es este —ella cogió un libro con la portada colorida. Lo detectó de inmediato.

—¿Las Crónicas de Narnia? Interesante —rio Akram—. No te ofendas, pero no creí que te gustara la historia de Aslan. ¿Sabías que...?

—Es una representación de Dios y el paraíso, sí. Lo sé. Lo discutían en la escuela —miró la portada con nostalgia—. Creo que por eso me gustaba —sopesó—. Cuando mamá murió perdí la capacidad de asombro y la ilusión de la fantasía. En algún momento quise creer que el mundo de Aslan era real, que mamá podía estar en Narnia. Incluso buscaba la isla de la reina del paraíso, donde se suponía que llegaba la gente al morir —sintió un saltó en su corazón y calidez en su abdomen.

Su madre le había hablado de Ramaya. De su isla. Que ahí la encontraría. Claro, porque Eydis sabía que si Robin conectaba con la Diosa que habitaba en su alma podría volverla a ver.

Crossroads - A Través de la Oscuridad (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora