El Lazo de Antaruk y Ramaya

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Cada vez que abría los ojos veía todo nublado, pero no le importaba

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Cada vez que abría los ojos veía todo nublado, pero no le importaba. Tenía a alguien a su lado que lo abrazaba con fuerza y le daba besos para calmar su angustia.

Sin embargo, no entendía por qué estaba tan angustiado. No. Algo no estaba bien.

La niebla ante sus ojos borraba cualquier figura, todo era como una sombra. Había formas que se movían de un lado a otro y desde lejos escuchaba voces, súplicas, a veces risas.

Ya ni sabía qué estaba escuchando.

Poco a poco la niebla se empezó a desvanecer. Cuando aquello ocurría recordaba de golpe una isla, una mujer que le había confesado algo importante y la urgencia de querer difundir aquello a su mejor amigo.

Pero, ¿dónde estaba él? ¿Dónde estaba esa isla? ¿Dónde estaba esa mujer?

¿Y cuál era el secreto?

Apretó los ojos. Le dolía la cabeza y una voz desde muy adentro intentaba emerger a la superficie para poder mantenerse en contacto. Pero cada vez que aquello sucedía, el dolor lo embargaba y volvía a dormirse.

Y de nuevo volvía a despertar, sin saber dónde estaba y sin saber quién lo calmaba con besos y abrazos.

Pero no era un abrazo cálido. Era rígido, desesperado, agobiante. Quería quitarse esas extremidades de encima y no podía.

Porque cada vez que esos brazos lo agarraban, cada vez que esos labios lo besaban, esa voz dentro de él vibraba con tanta fuerza, que la necesidad por responder a las caricias era inevitable.

Había algo que batallaba. ¿Su cabeza?, ¿su corazón?, ¿su mente? ¿Qué daba tanta batalla? ¿Quién era? ¿Cómo se llamaba? ¿Dónde estaba?

Cuando alzaba sus manos no veía más que formas, pero nada concreto. La neblina era demasiado espesa, demasiado fría.

"¡Robin!"

La voz dentro de él gritaba de vez en cuando un nombre. Al principio no sabía qué era hasta que de repente lo asoció a un rostro redondeado y bonito.

Su corazón estallaba en fulgor, los recuerdos volvían de golpe, pero entonces otra vez lo vencía la niebla.

Y cuando abría los ojos ya no sabía si estaba soñando o si estaba despierto. Pero los brazos seguían agarrados a él, y el peso de algo tibio se acurrucaba en su pecho.

—Dime de nuevo cuánto me quieres —le pidió una voz.

La neblina cobró forma y se metió en su cabeza buscando las palabras que su cerebro no sabía procesar.

—Mucho, mucho —respondió adormilado, pero con cierta felicidad. Era extraño. ¿Estaba feliz? — Me haces muy feliz —agregó sin pensar.

—Tú también a mí, amor mío —la dueña de la voz le acarició las mejillas. No pudo apartarse, pero quería. Sabía que después de una caricia venía un beso. Se vio forzado a devolverlo, y junto con él, también respondió el abrazo—. ¿Por qué todavía me miras así? —escuchó a la voz. Estaba enojada.

Crossroads - A Través de la Oscuridad (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora