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Durante tres días seguidos fue a casa de Luzu para llamar a su puerta y saber cómo se encontraba, pero en esos tres días no recibió respuesta alguna por parte del castaño.

Para su suerte, Vegetta lo había acogido en su hogar e incluso le construyó un pequeño cuarto en una zona que tenía sin terminar de su casa. Agradecía la ayuda del ojimorado pero extrañaba demasiado la compañía de Luzu.

Y nuevamente se sentía como aquel día de las elecciones donde Luzu decidió traicionarlo: completamente solo. Pese a convivir más con Vegetta y el resto, no se comparaba con la calidez que Luzu le transmitía.

— ¿Soñando despierto otra vez? — Llamó su atención el dueño de la casa, sirviéndole un plato de huevos con tocino para que pudiese desayunar.

— Gracias. — Respondió desanimado. Apenas unos minutos antes había vuelto de ir a casa de Luzu para saber si se encontraba mejor, y, como las veces anteriores, nadie respondió a la puerta.

— Anda, come. Que Rubius ya viene en camino para irnos a pescar. — Vegetta se sentó frente suyo, igual con un plato para él y prosiguió a comer, mientras él mexicano jugaba con su comida con ayuda de un tenedor. — Vamos Quackity, estoy seguro que Luzu está bien. Quizás algo decaído, pero debemos darle su espacio. —

— Pero no lo entiendo. —

— A ver, ¿tú como reaccionarías si la persona que más amas te hace una putada como la que le hizo Auron? — Preguntó, tensando al menor ya que él claramente ya tenía su respuesta; lo había vivido en carne propia.

— No querría hablar con alguien. — Dijo, recordando como se había ido de las elecciones una vez que había amenazado a Luzu de muerte por lo que había hecho, ignorando a sus amigos y aislandose de ellos por algunos días hasta que sus primos aparecieron para levantarle el ánimo.

— Vale, entonces no te preocupes por Luzu. Y come ya que se va a enfriar. — El mexicano acató la orden a regañadientes; no tenía hambre pero no quería hacer molestar a Vegetta después de todo lo que había hecho por él.

— ¡Ya he llegado! — Rubius apareció por la puerta de la cocina unos minutos después, sobresaltando al menor de los tres por tremendo susto que le había dado el híbrido.

— Doblas, deberías aprender a tocar la puerta. — Le recriminó Vegetta, levantándose de su lugar para dejar el plato en el fregadero y acercarse al oso.

— No te enojes, que hoy toca ir de pesca y quiero muchas cositas. ¿Listo Quackity? — Preguntó al menor, quien asintió desanimadamente, mirando aún la poca comida que quedaba en el plato.

— Ya déjalo, sé que no tienes apetito. — Le dijo Vegetta, mirando con lástima al mexicano.

— Perdón. —

— Anda, no te disculpes, vayámonos de una vez para que te animes un poco. — Los tres salieron de la propiedad del ojimorado, quien venía discutiendo con el híbrido de oso, mientras él más jóven escuchaba la discusión sin sentido de los otros, sintiéndose un poco menos desanimado por la gracia que le daba ver a ambos mayores pelear como si de una pareja casada se tratase.

Llegaron a un pequeño lago, donde se acomodaron para estar más cómodos en lo que pescaban. Vegetta y Rubius seguían peleando por las ilegalidades que el oso hacía mientras esté las defendía diciendo que se podían, ya que eran vacíos legales en las normas, mientras Quackity observaba el agua cristalina frente a él.

Hasta que Alexby llegó casi corriendo y espantó a los otros tres por su repentina aparición.

— ¡La casa de Luzu! — Dijo, preocupando al mexicano y confundiendo a Vegetta y Rubius quienes, por fin, habían dejado de discutir.

In another life ✮ Luckity Donde viven las historias. Descúbrelo ahora