Capítulo 12. Silencio

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Chris y yo llegamos al comedor riéndonos y bromeando.

He pasado casi toda la mañana en su compañía porque hemos tenido clase de biología e historia juntos, separándonos solo cuando he tenido el examen de mates, y la verdad es que me ha caído muy bien.

Él también tiene orígenes mexicanas -sus padres se mudaron a los Estados Unidos desde Nuevo León-, pero nació en Dalas, Texas, y hace tan solo unos pocos meses que se ha mudado aquí a Rose Lake. Igual que yo, a veces se siente despistado y no conoce a mucha gente.

Busco a Daisy con la mirada y la veo de pie frente a una mesa, sonriéndome mientras me hace un ademán con la mano para que me acerque. Sin embargo, en cuanto ve a Chris detrás de mí, su usual sonrisa se esfuma, y yo frunzo el ceño.

-Hola, Vi- me saluda mi amiga con voz muy poco convencida, y no deja de escudriñar a Chris de arriba a abajo mientras añade: -¿Cómo te han ido las clases de hoy?

Intento ignorar el hecho de que también Aadhya, Eve y Chloe tienen en sus caras la misma expresión de desconfianza de Daisy, y me siento cerca de Jeff mientras contesto: -Muy bien, la verdad.

Eso es parcialmente cierto, porque, de no haber sido por el estúpido de Lucas, todo hubiera ido maravillosamente bien.

Invito Chris a sentarse a mi otro lado con un ademán, y veo como Daisy abre mucho los ojos y carraspea cuando se lo presento a todos, haciendo particular hincapié sobre el hecho de que él también es "equipo quesadilla con queso".

Al oír esto, Jeff sonríe un poco, pero sus labios vuelven a aplanarse en cuanto Chloe le lanza una mirada que habría pulverizado una montaña.

-¿Qué les pasa?- pregunto muy lentamente, intentando no sonar demasiado irritada.

Miro a todos y cada uno de los integrantes de mi nuevo grupo, pero nadie -ni siquiera Jeff y Connor- son capaces de sostener mi mirada de confusión extrema. Al ver que nadie quiere darme explicaciones sobre su rara actitud, volteo hacia Chris. Está rojo como un tomate, y mira incómodo su bandeja mientras tamborilea un ritmo nervioso con la punta de sus dedos.

Eve resopla y rompe el silencio que se ha apoderado de nuestra mesa.

-¿Me pasas la sal?- me pregunta como si nada hubiera pasado -. Esta ensalada es malditamente insípida.

Yo le paso la sal con gestos mecánicos y ensarteno mi quesadilla con el tenedor mientras le lanzo a Chris miraditas de reojo. Está evidentemente incómodo, cabizbaja y con las manos hundidas en los bolsillos de la sudadera, y sus ojos oscuros parecen haber perdido su brillo. También el tatuaje que se asoma por debajo de su camiseta luce más opaco, como si llevara allí mucho más tiempo que hace unos momentos.

La comida pasa lenta y silenciosamente, y nadie en nuestra mesa se atreve a dirigirnos la palabra ni a Chris ni a mí. Llegados al postre, Chloe y Eve empiezan a hablan sobre sus nuevas zapatillas Jordan, mientras Jeff se divierte molestando a Aadhya y robándole rodajas de wurstel de la pizza que se está terminando.

Todos actúan como si yo y Chris no existieramos, y la verdad es que me estoy empezando a molestar bastante. También pasaba en mi viejo colegio, por lo tanto ya sé que ser ignorada por todos nunca es una buena señal.

Al cabo de unos minutos, Eve se levanta porque tiene que ir a hacer una llamada, y Aadhya se despide con la excusa de que tiene que ir a estudiar con dos de sus compañeros de letras. Yo asiento como una estúpida mientras las veo marcharse, y puedo percibir la mirada compasiva de Chole antes de que me susurre confidencialmente: -Voy un momento al baño, Vi. Llámame si me necesitas.

Le lanza una mirada fulminante a Chris y se va hacia la puerta del comedor, y algo en mi interior me dice que no va a regresar. Cuando volteo hacia Daisy, veo como sus ojos verde agua pasan rápidamente de Chris a mí, críticos y desconfiados. Casi puedo oírla pensar que, en su opinión, vernos sentados juntos es como combinar dos colores que no pegan para nada.

"Pegas más cerca de Chris que cerca de Daisy", me sugiere mi maliciosa y dramática conciencia, y, aunque no quiero reconocerlo, a veces lo pienso en serio. Daisy tiene piel de porcelana y ojos cristalinos, y se ve tan... perfecta, tan delicada, tan blanca. Yo, por lo contrario, siempre ando echa un desastre, y mi piel bronceada tiene suficientes imperfecciones como para hacerme sentir insegura si no llevo corrector.

Connor y Jeff están mirando algo gracioso en el móvil de Jeff, por lo tanto ya se han asilado del resto del mundo y no levantan la cabeza cuando por fin Daisy rompe el silencio al que ya me había acostumbrado anunciando: -Vanesa, tenemos que hablar.

Me quedo tan sorprendida que se me cae la mandíbula, y mis ojos se quedan abiertos como platos. Chris levanta por un segundo la mirada y al poco tiempo vuelve a bajarla, concentrándose otra vez en los padrastros sangrientos que rodean sus pulgares. Quisiera decirle que yo tampoco sé qué está pasando, pero a mi voz no le apetece salir de mi garganta.

Daisy me coge de la muñeca y me arrastra hacia el pasillo que conduce al auditorio, y yo me dejo secuestrar sin oponer resistencia alguna. Soy como un peso muerto que no tiene vida propia, y no me doy cuenta de ello hasta que Daisy no para su marcha frente a unas taquillas y clava sus ojos en mí.

Sus irises destellan de mil tonalidades de azul y verde bajo los fluorescentes que iluminan el pasillo, y no puedo evitar de pensar que mis planos ojos castaños parecen caca frente a los suyos.

Deja de compararte, tarada, me grita mi conciencia, pero sé que es algo que no dejaré de hacer nunca, por lo menos no mientras me toque convivir con amigas tan bellas.

-¿Qué... qué te pasa? - pregunto, para bloquear ese flujo de pensamientos negativos que me inundan la cabeza más que por curiosidad.

-No, señorita - Daisy niega con la cabeza y se cruza de brazos-. Soy yo la que te tendría que estar preguntando qué te está pasando a tí.

Mi cara de desorientación es suficiente como para que mi amiga siga hablando: -¿Cómo se te ocurre llevar a Christian Montoya a almorzar con nosotros? ¿Te ha lavado el cerebro o qué?

-¿Qué hay de malo en Chris?- pregunto, apretando los puños.

Ya he dicho que me parece buen chico, y, por lo general, no me equivoco sobre las personas. Ese es mi único talento que se pueda considerar medianamente útil, y descubrir que me ha fallado sería insoportable.

-¿¿¿"Chris"??? Ya es oficial, te ha lavado el cerebro.

Daisy abre sus brazos como si no pudiera creerselo, y yo doy un paso hacia ella antes de que me dé por perdida.

-No me ha lavado nada de nada- preciso, frunciendo el ceño -. Ha estado conmigo durante varias clases hoy, y la verdad es que es muy simpático.

Daisy abre tanto los ojos que tengo miedo de que se les caigan de las órbitas.

-Tal vez te ha caído bien porque no sabes quién es realmente- dice mi amiga con una pizca de esperanza en la voz, y yo me tenso al instante.

-¿Es un asesino en serio o qué?

Ella bufa y niega otra vez con la cabeza.

-Bueno, entonces sigo sin entenderte-, admito.

Daisy se mira alrededor como si fuera una espía y tuviese miedo de que la escucharan, y me susurra algo al oído mientras se pega a mí.

Cuando termina de contarme, retrocedo instintivamente hacia las taquillas, pálida como un fantasma.

-¿Ahora entiendes porque nadie quiere hablar con Chris Montoya? - me interroga mi amiga.

Yo asiento lentamente con la cabeza, sin acabar de procesar todo lo que me ha sido dicho, y confirmo en un susurro: -Creo que sí, Daisy.

Simplemente VanesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora