Capítulo 44. Sin querer queriendo

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La hora que sigue la paso sumergida en mi libro. De vez en cuando levanto la mirada para asegurarme de que nadie esté molestando a Daisy, pero con Eve cerca ni siquiera Laia se atreve a burlarse de ella. A veces yo también quisiera tener una gemela popular que aleja a los bullies con su sola presencia, pero desafortunadamente me ha tocado un hermano perdedor que se mete en peleas y se hace suspender.

Pinche Juancho.

El fútbol americano nunca me gustó, así que no le presto mucha atención al partido de prueba de los chicos. Además, hoy juegan Lucas y Alvin, así que sería masoquista por mi parte mirarlos. 

Lo único que despierta mi interés pasa media hora después, cuando las porristas ensayan un pedazo de coreografía y se sostienen la una a la otra para crear una pirámide humana. En la cima de la pirámide, obviamente, está Laia, sonriendo falsamente mientras todos los chicos se giran para mirarla.

Una vez, Jeff me contó que no tiene novio, y creo que es comprensible; a pesar de ser muy guapa y popular, su mirada irradia negatividad y su sola presencia intimida.

Daisy, que está junto a Eve a la basa de la pirámide, me sonríe exageradamente. La saludo con una mano y vuelvo a mi libro. Estoy a punto de terminar el capítulo cuando noto la energía estática de alguien a mi lado. Sé quién es inclusive antes de que hable.

-Te ves muy sola, Verónica.

Giro la página del libro demasiado rápido y termino arrancándola. Lucas, a mi lado, se parte de la risa.

-No es divertido- espeto, cerrando el libro de golpe-. Deja de seguirme a todas partes y vuelve a correr tras la pelota.

Él arquea una ceja, genuinamente confundido.

-¿Yo, seguirte a todas partes?- se desliza por el escalón hasta quedar a un centímetro de mi hombro-. Primero, acabo de intercambiarme con otro jugador, y segundo, eres tú la que vino a ver mi partido, ¿O me equivoco?

De repente, noto las mejillas calientes. Miro a mi alrededor, pero no hay nadie que nos vea: las porristas estás todas ocupadas perfeccionando su pirámide y Jana se ha ido después de los primeros tres minutos de entrenamiento.

-¿Estás de luto o qué?- vuelve a preguntar Lucas. En otras circunstancias, ya le habría pateado el trasero y mandado a la mierda, pero cada vez que le miro no puedo evitar sentir lástima y algo de culpa.

Niego con la cabeza.

-¿Por qué se supone que estoy de luto?

Él se encoge de hombros.

-Te vistes siempre de negro.

-¿Y qué? Es mi color favorito. Refleja como soy por dentro.

-Mi color favorito es el amarillo, y también refleja como soy por dentro.

-El amarillo, ¿En serio?

Me vuelvo para mirarlo y mis ojos se pierden en el gris de los suyos. Son increíbles, parece que siempre están nublados.

Lucas frunce el ceño. Una gota de sudor se desliza por su frente y cuelga de la punta de su nariz. En cualquier otra persona me parecería asqueroso, pero él lo hace resultar sexy.

Carraspeo.

-¿Amarillo como el sol? ¿Acaso me estás diciendo que por fuera eres un malote lanza piedras y por dentro un hermoso día de verano?

Entiendo que no debería haber dicho eso porque Lucas empieza a reírse a carcajadas. Cuando lo hace, el contorno de sus ojos se arruga, lo cual lo haría gracioso si no le guardara cierto rencor.

Simplemente VanesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora