Capítulo 32. Trenes A y B

67 44 33
                                    

Mi padre se hecha a reír y me mira de reojo. Yo me sonrojo como si me hubiera quemado el sol e intento no hacer contacto visual con él.

-Supongo que no tienes nada que ver con eso del papel higiénico- se burla, esbozando una sonrisa genuina mientras yo me muerdo los labios.

-Qué va. ¿Ahora te pones de la parte de Lucas?

Mi papá sacude la cabeza, divertido.

-No, princesa. Solo te estoy dando el enhorabuena por haberte demostrado digna hija de un Slytherin.

-Jaja. Muy divertido, pa'.

-Vanesa...- la expresión de mi padre muta lentamente hasta volverse seria-. Ahora fuera de bromas: si quieres que denunciemos a Karen a la policía...

-Sabía que lo ibas a decir, por eso no quería contártelo- me paso una mano por el pelo, frustrada. ¿Por qué los momentos lindos siempre tienen que durar tan poco cuando estoy con mi padre? -Hablo en serio. No quiero que hagas nada.

Él me mira torciendo la boca.

-¿Segura? Podríamos...

-Papá. Respeta mis decisiones por una vez.

Levanta las palmas de las manos.

-Vale. Pero esto no es lo que haría Draco Malfoy, que conste.

Me cruzo de brazos y hago una mueca.

-Me gusta más Ron que Draco. Al menos, no es rubio de bote.

-¿¿¿QUÉ???- mi padre está a punto de tener un infarto después de estas fuertes declaraciones.

Sonrío, porque acaba de utilizar la misma palabra que uso yo para indicar sorpresa. Tal vez, después de todo, nos parecemos en algo.

-Draco es el puto amo- masculla mi padre-. Lástima que J.K. Rowling no haya escrito sobre el romance entre él y Hermione.

-¡Papá!- mis ojos se salen de sus órbitas-. La de Draco y Hermione habría sido seguramente una relación tóxica. No deberías estar alimentando este tipo de cosas.

Una sonrisa de derrota se dibuja lentamente en sus labios.

-Tienes razón, princesa. Pero no me digas que Hermione no ha tocado el fondo casándose con Ron.

Esto es lo malo de tener un padre potterhead: acabas en conversaciones muy conflictivas sobre las parejas de Harry Potter sin saber ni siquiera cómo has llegado hasta ese punto.

-Ahora tengo que estudiar, pa'- digo, sentándome en mi cama-. Gracias por la charla.

Lo que quiero decir en realidad es: "gracias por no haber insistido demasiado". Si las sirenas de la policía no nos hubieran interrumpido, probablemente habría acabado contándole sobre mi ataque de pánico, lo cual es malo.

No quiero que mi papá se preocupe demasiado por mí, ni que crea que soy débil o que he retrocedido en mi lucha contra la depresión.

Hace muchos años que no tenía un ataque de pánico (el último pasó cuando una niña de Florida me invitó a su fiesta de cumpleaños y yo no pude ir porque esa misma noche nos mudábamos), y me avergüenza haber vuelto a experimentar uno.

Tengo esperanzas de que me haya pasado solo porque la situación era verdaderamente imposible de manejar, y de que no se convertirá en rutina. Ruego para que así sea.

Mi padre sale de mi habitación dejando la puerta abierta. Odio cuando lo hace, pero no tengo ganas de levantarme para cerrarla.

Miro fijamente mi libro de mates: a su lado está mi celular.

Simplemente VanesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora